Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata

Sin duda es una pena que el Presidente Alejandro Giammattei esté enfermo por la Covid 19. Hasta podría ser meritorio que quiera seguir conduciendo el país desde su confinamiento. Ello es digno de reconocimiento, aunque me parece inapropiado.

Considero que la situación que está viviendo es grave, tanto para él como persona como para el país. Los síntomas que ha reportado requieren que se concentre en ser un paciente. Como médico bien lo sabe. Él es una persona vulnerable. En términos de país, la dinámica gubernamental no puede parar, menos en la situación que nos coloca la pandemia.

Dicho lo anterior y expresada mi solidaridad y deseos porque salga adelante y tenga una pronta recuperación, quiero hacer algunas consideraciones críticas respecto de su conducta política, particularmente en relación al manejo mediático de su enfermedad.

Me parece patético que aparezca demacrado contando cómo está viviendo los síntomas de esta pandemia. Que si le duele la cabeza, que si tiene insomnio, etc. Pareciera uno de esos programas de reality show que denigran la intimidad de las personas transmitiendo su cotidianidad, casi hasta los momentos más íntimos de ir al baño. Es una falta de respeto a sí mismo y hasta podría interpretarse como un “aprovechamiento” de su situación para montar una campaña mediática que busque la simpatía popular, máxime en un momento en que ésta ha caído mucho, según se ha dicho, situación que se ha agravado por las críticas que ha habido respecto del Centro de Gobierno y por su exacerbada intolerancia a las críticas. El Presidente debe recuperar seriedad y no desempeñar ese triste papel.

Y respecto a la conducción del gobierno, también tienen un sabor mediático las reuniones virtuales con su gabinete, donde casi desde su lecho de enfermo conduce las sesiones. ¿Acaso no hay un Vicepresidente en el cual pueda delegar las funciones correspondientes? Siendo un secreto a voces sus contradicciones con el segundo a bordo, podría dar la impresión que no confía en él y, por lo tanto, no se “arriesga” a que lo apoye en el cumplimiento de sus funciones. Está siendo evidente que él y el Vicepresidente no son un equipo.

Tenemos un país polarizado, con tremendos retos ante la crisis sanitaria y los efectos económicos que ya se produjeron y los que vendrán. Estamos a las puertas de un posible incremento de los contagios y las consecuencias sanitarias que ello tendrá. Por eso, resulta superficial dedicarse a hacer esas campañas mediáticas.

El Presidente debe recluirse en su confinamiento y cuidarse para que pueda superar esa situación y que no se le complique. Debería llamar a su segundo al mando para compartir la responsabilidad de conducir el gobierno y confiar en él, ser realmente un equipo de trabajo que proyecte unidad.

Lo que está haciendo puede producirle alguna simpatía inmediata, pero no compensa con la afectación de la imagen de seriedad, de solidez, que debe caracterizar a un estadista y que no es compatible con un espectáculo mediático de reality show.

Mantenerse “al pie del cañón”, da la impresión que no confía en nadie, excepto en ese ente suigéneris que ha inventado para gobernar, el Centro de Gobierno, atropellando la institucionalidad y que tanto desgaste ya le ha costado.

Que se cure pronto Señor Presidente y que no siga desgastando la seriedad y símbolo de unidad nacional que debe caracterizar la imagen presidencial.

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