Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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La madrugada del 16 de agosto, un grupo armado desalojó a 40 familias q’eqchi’ de la comunidad Cubilgüitz, Cobán, Alta Verapaz; destruyeron sus pertenencias e incendiaron sus casas. Las familias huyeron a las montañas, para resguardar sus vidas del fuego que consumió su comunidad, en este momento se encuentran al intemperie y han perdido (todo) lo poco que tenía. Las familias llevan asentadas en esta finca más de quince años, medida que tuvieron que tomar luego de que fueran despedidas sin haberles pagado las prestaciones que por derecho les correspondía, después de haber trabajado para la familia Dieseldorff por años; una familia cuyo origen en el país no hay que olvidar, ya que se apropió a través del despojo, de una buena parte de las tierras correspondientes a Alta Verapaz, como parte de la oleada de invasión alemana en el país, cuya producción de café les hizo de un imperio sostenido por el trabajo esclavizado de cientos de indígenas, a quienes además de arrebatarles las tierras fueron obligados a trabajar para los finqueros. Alta Verapaz es hasta hoy una de las regiones más empobrecidas en Guatemala.

La situación de las familias de la comunidad Cubilgüitz es una constante en este país racista, cuyo Estado se ha dedicado a proteger a los hacendados, que gozan de privilegios que les permite que frecuentemente se deshagan de las familias trabajadoras, como si se tratase de sacar la basura de sus casas. Es bien sabido que el trabajo en las fincas raya en la esclavitud, pues además de todas las vulneraciones a los derechos laborales, las trabajadoras y los trabajadores son concebidos como propiedad de los finqueros que sienten derecho incluso sobre sus vidas.

Estos finqueros terratenientes han forjado su patrimonio a través del robo de las mejores tierras del país, que fueron saqueadas y despojadas a nuestros ancestros en los distintos momentos de colonización que se ha impuesto a los pueblos originarios desde hace 500 años. Han sido siglos de hostilidades y de genocidio, de constante violencia provocada contra los pueblos, situación que no ha mejorado con la democracia, porque los Estados de origen colonizado se han forjado desde el racismo, cuya idea de “inclusión” prácticamente significa que los pueblos deben alinearse a lo que desde la hegemonía se impone como el proyecto de nación, que en el caso de Guatemala significa una ladinización asimilacionista, que tiene por objetivo deshacer la cultura de los pueblos para dejar cancha libre al extractivismo, para eliminar cualquier tipo de oposición que atente con limitar o impedir el enriquecimiento voraz de este sistema político y económico.

Es sumamente preocupante la situación que los pueblos originarios estamos viviendo porque no cesan las desapariciones forzadas, los asesinatos, la criminalización, los desalojos y el empobrecimiento sistemático que hace del hambre una cotidianidad. Aún con todos los compromisos adquiridos, tratados y convenios firmados por los Estados, a los pueblos originarios se les sigue concibiendo socialmente como servidumbre y el desprecio hacia nuestras vidas se manifiesta en todos los ámbitos.

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