Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Guatemala es de todos. A cada uno de nosotros nos toca jugar un rol en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestra sociedad y no hay ciudadanos más importantes que otros. Como todo en la vida, nos toca jugar un papel y es la suma de todos los esfuerzos lo que lleva al barco en la dirección que queremos.
Dicho lo anterior, sin demeritar a otros, también hay que reconocer que hay quienes (personas o sectores) están llamados a dar la milla extra porque esto es como la parábola de los talentos. Si nos dan 4 nos exigirán 8 de regreso.
Y el particular que en Guatemala se dedica a los negocios desde el sector privado (no solo el organizado) juega un papel importante porque desde un empleo hasta miles de trabajos que se generan, el esfuerzo y dedicación empleado incide en las vidas de terceros, en sus sueños y los de su familia. Incide en el país mismo.
Y por eso es que hay cosas que resultan más que incomprensibles: la complicidad de algunos y el silencio de la mayoría.
Estamos frente a una realidad que nos evidencia que no tenemos el control de nuestras aduanas porque son focos de porosidad corrupta que, bien aceitados los jugadores clave, dejan pasar lo que se les venga en gana.
El contrabando, del que todos nos quejamos pero especialmente el sector privado organizado en el país, necesita dos cosas: aduanas corruptas y un sistema de justicia cooptado que les asegure que nunca les caerá el imperio de la ley. Por eso juegan a meter sus manos en la justicia y no era casualidad que un señor al que le apodan El Rey del Tenis (porque cuenta la leyenda que traía tenis “bajo de agua”), enfrente un proceso por haber amañado las cortes.
Entonces yo me pregunto: si el crimen organizado necesita una justicia cooptada, ¿cómo es que puede haber empresarios formales que remen en su misma dirección y quieran que el operador del momento (Gustavo Alejos) meta sus manos en la justicia y si Gustavito no lo logra, entonces no quieren que sus amigos diputados elijan cortes?
Estar alineados en que no se elijan las cortes que Gustavo Alejos les fue a vender como la solución a sus problemas presentes y futuros, los ha terminado de unir con oscuros diputados que tienen en sus filas a contrabandistas, miembros del crimen organizado y diputados cuyo líder ha sido condenado por temas relacionados al narcotráfico.
¿Entonces? Si lo que hacen todos los días es parte importante del motor que mueve al país, ¿cómo pueden traicionarse de tal manera que con tal de pactar las cortes, renuncian a luchar contra el contrabando del que tanto se quejan y nos afecta?
Están alienados con piratas que operan en la oscuridad del sistema y aún así, no abren los ojos.
Guatemala no ha cambiado porque muchos no nos hemos puesto de acuerdo, pero tampoco lo ha logrado porque una pequeña pero influyente minoría se resiste a reconocer errores y, peor aún, el colapso de un sistema que en lugar de generar más riqueza y oportunidades para todos, se la pone “más fácil” a los inescrupulosos.
Es tarea de todos enderezar el rumbo del país, pero no podemos partir desde las premisas equivocadas. El sistema succiona a la gente y si no, que nos lo diga el Presidente.