Eduardo Blandón
La reciente guerra entre las empresas Apple, Google y Epic Games demuestra por enésima vez la lógica capitalista del lucro indiscriminado. No hay consideraciones, las leyes del mercado son inamovibles, eternas, pero sobre todo sagradas, en consecuencia, Apple obtiene ganancias aprovechándose de su posición ventajosa en un marco regulatorio que se lo permite: obtener el 30 por ciento de regalías por el uso de su tienda.
No es mi intención debatir sobre la batalla de esas empresas multimillonarias, solo insistir en la voracidad del mercado que canibaliza sin piedad y engulle a los que encuentra en el camino. Poner en evidencia que, si una empresa como Apple se mantiene conforme al derecho, algo que tendrá que demostrar e imagino que Epic Games luchará para decir lo contrario, no significa que su conducta sea
moral, legítima y ejemplar.
La inmoralidad del mercado no tiene límites porque en el plano de las relaciones priva la ganancia, de modo que el otro es reducido a mercancía del que se puede obtener provecho. Pero eso no es todo, la denigración alcanza su punto más alto cuando el sistema aliena en virtud del expolio y el despojo, gracias a la estructura y posición que se lo permiten, frente a la vulnerabilidad del más débil.
En esto son corresponsables tanto el Estado, de arquitectura pavorosa (por anémica e inoperante) como los políticos venales sin ninguna vocación para el servicio público. Por esa causa, se aprovechan los fuertes (porque, reconozcamos el darwinismo social y económico producido) cuya dieta antropofágica es variada.
Desde ese marco capitalista que rige la sociedad solo milagrosamente se puede esperar la justicia. Y claro, en la jungla en que vivimos, casi todo es posible con dinero, por ello es interesante el teatro de Apple y Epic Games porque ambos invertirán capital para tranzar con jueces y persuadirlos de sus posiciones. Al final, sin embargo, aunque digan que se sometieron a la majestad de la ley, sabremos de los vicios en el litigio en donde correrá mucho dinero.
Mientras vemos desde las gradas esas batallas, sigamos insistiendo en Guatemala por el fortalecimiento del Estado. Pidamos leyes que nos protejan de los abusos de los bancos y el sistema financiero, de la explotación a los campesinos y los obreros en el campo y la ciudad, del enriquecimiento ilícito de los políticos y empresarios, de las conspiraciones del CACIF y de las arbitrariedades de los latifundistas que roban y contaminan la tierra. El imperativo debe ser subvertir el orden para el beneficio de todos.