Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Decir de un hombre que fue feliz es ya bastante. Que hizo a muchos felices, le añade mucho a una vida fructífera. Que formó y ayudó a formar elementos valiosos para la sociedad es para agradecerle y considerarlo de gran mérito. Y que todo eso pueda darse en un ser humano es para agradecer al Altísimo y rendirle homenaje a la persona de tan altos quilates. Hablo del doctor Héctor Estrada Arias.

Como a todo hombre en esta tierra de tanto dolor, injusticias e inequidades, su bondad y capacidad le acarreó además de envidias, a veces problemas, pero él siempre se sentía satisfecho por el deber cumplido y cuando en familia hacia balance de su vida, era de los que afirmaba con contundencia que su vida había sido más de satisfacciones que de pesares. Decir que fue abnegado en su profesión y en el cumplimiento con sus seres queridos, es hacerle justicia carente de fanatismos. Como profesional, siempre fue preciso y certero en lo que sabía y hacia; era una mentalidad con capacidad inquisitiva, acuciosa y cuidadosa en su hacer laboral. En su comportarse, era alegre cuando la ocasión lo ameritaba sereno cuando está le exigía; austero y preciso ante un problema y de vivir campechano, fiel y cabal con los amigos. Fue un médico que nunca apartó al prójimo cuando éste le demandó auxilio y jamás fue egoísta en sus enseñanzas y cuidadoso en emitir juicios aferrándose a la verdad.

La vida, pese de venir de cuna humilde, de lo cual jamás se avergonzó, le volvió un luchador persistente, con victorias desde su juventud hasta su vejez, fruto de una disciplina y una organización mental cuidadosa y de un ejercicio espiritual perseverante [devoto a morir de la Virgen del Rosario] y en lo social, eterno enamorado de la tertulia política, futbolera, por supuesto médica y padre, mecenas y guía, de una brillante doctora y doctores.

Tal fue el Héctor Estrada cariñosamente conocido en el gremio médico como “el lechón Estrada” y para mí un tío de lo más querido y gran consejero en momentos claves de mi vida. Tremendo cirujano, con manos manuales maravillosas guiadas a trabajar lo mejor por su mente y corazón, que jamás le arrebataron segundos o minutos al tiempo para terminar faena alguna de manera precipitada. Una vida fructífera en lo personal y en lo social, que al final de sus días disfrutaba cultivando flores y frutos en su huerto y jardín, que le regalaban desde el amanecer hasta el anochecer, forma color y aroma, al que tanto las amaba. Bien vale y merece de epitafio al tío, maestro y médico “grande en el hacer, pobre en el recibir, pero magnífico en el merecer” descanse en paz Héctor Estrada Arias.

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