René Arturo Villegas Lara
El galeno normalista, doctor Edgardo Laparra, me dio la infausta noticia del fallecimiento de Horacio Ruiz Matamoros, quien se fue de incognito porque como están las cosas, ya no hay oportunidad de despedir a los buenos amigos, para expresarles nuestra solidaridad a sus hijos y demás familia. Con Horacio cultivamos una buena amistad en la Escuela Normal Central para Varones, desde 1953. Él estaba en segundo año cuando yo ingresé y había llegado desde las frías tierras de Huehuetenango, bella tierra en donde se quedó su ombligo. Desde ese año nos hermanó la guitarra y de inmediato nos llamaron a integrar la concertina que dirigía don Enrique Morales, solo que yo me pasé a la mandolina y Horacio se quedó en la guitarra. Después nos unió el basquetbol, él formando la segunda categoría y yo la tercera, pero todos, hasta la mayor o la libre como se le decía, éramos dirigidos por el profesor don Mingo Gracias. Luego formamos el Coro Internormal, dirigido por don Antonio Vidal y recuerdo que hicimos una gira inolvidable a los departamentos de Quetzaltenango y Totonicapán, actuando en cuatro audiciones en los teatros municipales de Xela y Toto, aunque este último no estaba aún restaurado. Por último, aunque quedaban unos dos o tres años de internos en la Escuela, nos aceptaron como integrantes de la marimba Escuela Normal, bajo la dirección del maestro Pastor Gabriel Mencos, director y propietario de La Niña de Guatemala, que era el conjunto del programa Chapinlandia, en la TGW. Cuando nos graduamos, Horacio se dedicó al negocio de la intermediación en seguros y llegó, con los años, a tener una empresa de prestigio y extendida clientela. Periódicamente Horacio nos reunía a muchos normalistas en noches de boleros y bohemia y llegábamos con guitarras y cancioneros en manos para recordar las melodías de antaño. A estas reuniones llegaba el Pescado Valdés, dueño de una exquisita voz de solista, acompañado de dos guitarristas extraordinarios, la del médico Tony Sánchez, también de Huehuetenango y graduado en la Normal, y otro querido normalista adoptado, que pido perdón por no nombrarlo porque no me acuerdo. Y llegaba Neto Bechse con sus tiras del mercado central, famoso artista del óleo, su inseparable amigo, Edgar Villanueva, el famoso Quesho, Factor Méndez, el ingeniero Hugo García, Duarte y alguna vez el Chito Cardona. Claro que muchos se me quedan en los entresijos de la memoria y pido perdón por esas lamentables omisiones de la edad. Pero, lo cierto es que se fue “La Araña”, se fue un gran amigo, un gran normalista que llevaba a la Escuela en el mero centro del alma de niños que aprendimos a tener en la camaradería que cultivamos en el internado. Siento nostalgia porque con la partida de Horacio, los líderes de las celebraciones del recuerdo se están largando y debemos prometer seguirnos reuniendo, no en la Fraternidad Normalista, que Horacio fundo, pero sí en la nueva organización que liderea el médico normalista Edgardo Laparra, para que mantenga viva la gran Escuela Normal. Mis más sentido pésame a sus hijos y todos los normalistas que conocimos y quisimos mucho a nuestra querida Araña Ruiz Matamoros.