René Arturo Villegas Lara
En ciudad de México son famosas las ventas de libros antiguos conocidas como “Librerías de viejo”, que es donde se puede adquirir libros impresos hace muchas décadas y que, a estas alturas de las calendas, ya se les extinguió la protección de los derechos de edición y de autor, por supuesto, porque quienes los escribieron ya son polvo: polvo eres y en polvo te convertirás. En el itinerario de mi vida, he ido atesorando libros viejos que, creo, irán a hacer cuerpo a la Biblioteca César Brañas, que es el lugar a donde deben ir a parar las bibliotecas de quienes tuvimos el honor de conocer y conversar con don César Brañas. Principio por contar que poseo un ejemplar de una edición en miniatura de la Constitución de 1945, para mi la Constitución más legítima que ha regido en Guatemala, a la par de la de 1985. Esta empastada en cuero, con letras doradas y fue impresa por la Tipografía Nacional en 1953, de manera que tiene ya 75 años. En los años 50. cursaba la licenciatura en el recordado edificio de la vieja Facultad de Derecho y me encontraba conversando con mi maestro, doctor Julio César Méndez Montenegro, sentados en una de las bancas grises de madera, cuando se acercó una persona portando cuatro libros empastados en cuero, impresos en Madrid por Antonios Balbas, en el año de 1756, que eran y son nada menos que la “Recopilación de Leyes de Los Reynos de Las Indias”. El precio para mí, un estudiante gafo que vivía de mis clases en el Instituto Nacional Central, resultaba no estar al alcance de mis escasos pecunios pues pedía cuatrocientos quetzales. Así que, le ofrecí cincuenta por el Tomo Segundo, que fue el que me interesó porque contiene las leyes referidas a los repartimientos y a las encomiendas, que más tarde me sirvió para mi tesis de licenciatura. Y tal era la goma del vendedor, que de inmediato me lo vendió. Los otros tres los compró don Julio César para la Biblioteca de la Facultad, en donde espero que aún se encuentren. No puedo dar mayores datos de la Novísima Recopilación que me obsequió un alumno, porque la tengo en la Antigua y por este coronavirus no puedo ir a ver de qué años data, aunque son libros impresos en el siglo XVIII. El recordado amigo Luis Alfredo Castillo Corado me obsequió el Tomo Segundo del Diario de las Discusiones y Actas de las Cortes de Cádiz, Imprenta Real 1811, de donde nació la Constitución que mucho ha comentado el distinguido historiador Jorge Mario García Laguardia. Aquí aparece documentada la participación de don Antonio Larrazabal como diputado por el reino de Goatemala. De 1838, por regalo de un alumno en la Universidad Landivar, poseo el tomo séptimo del Tratado de Legislación Civil y Penal del gran jurista inglés Jeremías Benthan que, junto a John Austin, ambos británicos, son los creadores de positivismo analítico en el campo de la filosofía jurídica. Cuentan que este famoso jurista, Bentham, sostenía correspondencia con don José Cecilio del Valles. De 1854 tengo los cuatro tomos de las Instituciones de Derecho Real y de Indias del jurista guatemalteco de la colonia, doctor José María Álvarez, editado por la imprenta de L. Luna y que me obsequiaran los herederos de mi maestro Abrahán Rubén Iscamparí. De 1879 adquirí en la librería Ibérica, del recordado don Pepe, el primer tomo de la Historia de la América Central editado en la Tipografía El Progreso, escrita por don José Millas y Vidaurre. Es también un valioso tesoro los cuatro tomos del libro El Espíritu del Derecho Romano, del jurista alemán R. von Ihering, impresos en 1891 en Madrid, por la Librería Editorial de Carlos Bailly. Todo estudioso del Derecho romano tiene la obligación de leer este libro. De 1925, de la Editorial Reus, data el libro Método de Interpretación y Fuentes del Derecho Privado Positivo, nada menos que prologado por Raymundo Saleilles, en donde trata con profundidad el problema de la metodología jurídica. De 1922, poseo una edición del libro Las Grandes Tendencias del Pensamiento Jurídico del profesor de la Universidad de Harvard, Rorcoe Pound, iniciador, junto a Cardozo y Holmes, del realismo jurídico en los Estados Unidos, los tres jueces de la Suprema Corte. Ahora que hay tiempo para espulgar las estanterías, se encuentra uno con joyas editoriales que vale la pena leerlos o volverlos a leer, como La Democracia en América de Alexis de Tocqueville, editada por Gabriel Jorro en 1911, obra impresa en dos tomos y que también adquirí en ventas de libro viejo.