Sandra Xinico Batz

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Sandra Xinico Batz

La forma en que Alejandro Giammattei se dirigió a la autoridad kaqchikel en Comalapa es una muestra del racismo de Estado que desprecia a los pueblos originarios y constantemente busca humillarles. Los indios son aceptados cuando agachan la cabeza y aceptan sin refunfuñar las órdenes del patrón. El Estado utiliza al indígena para encender las velas en los actos protocolarios, para posar con sus trajes coloridos para la foto o para llenar los espacios (ahora) asignados a los indígenas en el Estado como el Ministerio de Cultura.

El Estado es uno de los entes principales que le da sostenimiento al racismo; transita desde la folklorización hasta la criminalización, el exterminio y desplazamiento forzado. Regula, legitima y permite la reproducción del ciclo de despojo que explota la cultura, el territorio, el patrimonio de los pueblos originarios. Es un Estado racista altanero, prepotente que se impone cual encomendero, que se cree dueño de nuestras vidas porque no pretenden vernos fuera de la servidumbre ya que esto es lo que les permite controlar el poder.

Uno de los problemas es que este racismo es la base del Estado guatemalteco desde que se formó; fue creado racista y por ende sus políticas e constitucionalidad también lo son. No se puede dejar de dimensionar el racismo de Giammattei y reducirlo (sólo) a nivel individual, porque la sociedad guatemalteca se comparta de la misma manera con los pueblos originarios, esta es la cotidianidad de miles de personas que por generaciones han sido violentadas por este racismo estructural, que se expresa de diferentes formas e intensidades, porque sumado a esto no hay que olvidar que la clase y el género son agravantes, que hacen aún más compleja la situación que enfrentan.

La creación del Consejo Indígena Nacional es una muestra del racismo de Estado; una vez más como suele actuar, pretende imponernos representaciones para lavarse la cara con los pueblos, tratándonos como ignorantes, como si no fuésemos capaces de identificar a esos personajes serviles que como indios permitidos agachan la cabeza o les hablan al oído en nombre de pueblos a los que no representan en la realidad porque ya vendieron su dignidad, porque son funcionales al sistema racista contra el que los pueblos luchamos, porque nuestra memoria no olvidará como se pusieron de tapete con el que se limpian los pies los racistas poderosos que controlan este país y este Estado. Y nada de esto sale gratis, el dios dinero financia el show.

Si Giammattei tuviera realmente la voluntad de “contribuir para disminuir la conflictividad social en las poblaciones indígenas para alcanzar el desarrollo” como dijo, podría iniciar inmediatamente liberando a presos políticos como Bernardo Caal Xol o dejar de perseguir, de acosar a nuestras hermanas criminalizadas y nuestros hermanos criminalizados en todo el país.

El Estado de Sitio en Izabal y Alta Verapaz permanece, aún siendo ilegal. La militarización del territorio de los pueblos originarios es una forma de amedrentar y controlar a las comunidades, para beneficiar a las empresas extractivas, esto también es racismo.

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