Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

post author

Carlos Figueroa Ibarra

La visita de Andrés Manuel López Obrador a la Casa Blanca del miércoles 8 de julio, fue usada por la derecha para desatar una nueva andanada contra el presidente mexicano. Como en las primeras semanas de la epidemia, fuera de México no pocas de mis amistades y conocido/as de carácter progresista, expresaron inquietud probablemente influidos por la propaganda reaccionaria. No es la primera vez que Donald J. Trump es usado para atacar a López Obrador. Durante la campaña electoral de 2018, la derecha buscó establecer un parangón entre Andrés Manuel y Trump. La intención era clara: hacerlos aparecer como gemelos para que el primero quedara manchado con la odiosa personalidad del presidente estadounidense. La similitud tenía una indudable factura neoliberal: AMLO y Trump eran iguales porque los dos eran populistas, entendiendo equivocadamente populismo como demagogia y agitación de los sentimientos populares. Además, la derecha arguyó que igualmente los dos enfrentaban al establishment y alegaban un posible fraude electoral.

Posteriormente la derecha confundiendo análisis con deseos, vaticinó que Trump le haría la vida imposible a AMLO no solo porque era un lunático impredecible sino porque ideológicamente eran distintos (¿no que eran iguales?). La derecha calificaba de increíble candorosa tontería, que Andrés Manuel dijera que convencería a Trump de tener una relación bilateral armoniosa. La derecha le apostaba al encono estadounidense encabezado por Trump como uno de los factores que arruinarían al Gobierno de la 4T. Para desazón reaccionaria, la apuesta de López Obrador funcionó. En medio de grandes diferencias ideológicas (AMLO es un nacionalista revolucionario y Trump un neofascista) y también de intereses, las relaciones bilaterales entre México y EEUU han sido excelentes. La amenaza de imposición de aranceles en mayo de 2019 si no se frenaban las oleadas migratorias fue resuelta. En abril de 2020, EEUU absorbió 250 mil barriles de la reducción de 350 mil que la OPEP pedía a México. Un mes después, en medio de la pandemia, Trump le garantizó a AMLO el suministro de 1,000 ventiladores para atender a enfermos graves de Covid-19. Finalmente, contrariamente a sus promesas de campaña, Trump terminó aceptando el Tratado Estados Unidos-México-Canadá (TMEC), el cual entró en vigor el 1 de julio.

¿Qué sucedió? López Obrador lo ha explicado. Ambos presidentes coinciden por motivos divergentes en frenar la migración a EEUU. Trump por motivos racistas y demagógicos, AMLO porque considera una calamidad que cientos de miles de mexicanos se tengan que ir forzadamente de su país. Coinciden también en la equiparación de los salarios en los tres países. Trump porque deplora la salida de empresas de EEUU buscando salarios más baratos en otros lados, AMLO porque considera una aberración los miserables salarios mexicanos. AMLO visualiza al TMEC como una oportunidad de integración económica que haría a los tres países menos importadores de bienes extrarregionales y con mayor importancia en el mercado mundial, algo con lo que Trump coincide. ¿Favoreció electoralmente a Trump la visita de AMLO? Creo que se sobredimensionó este asunto. En todo caso a AMLO le importaron más los estratégicos intereses de México.

Artículo anteriorDe ida y de regreso
Artículo siguienteLo que oficialmente se sabe: 15 muertes en cárceles por COVID-19