En algunos lugares la real contención del coronavirus se ha logrado gracias a las medidas de prevención pero, sobre todo, por la existencia de políticas epidemiológicas serias que se basan en la realización de más pruebas y el rastreo (Test and Trace) de los casos positivos para establecer cuáles han sido sus contactos y así poder ampliar cuarentenas de los posibles contagiados para evitar que siga la propagación. En Guatemala, desde el punto de vista médico, se está atendiendo la parte infecciosa del virus, pero no la parte que ataca la pandemia, es decir la propagación del virus y si no podemos hacer pruebas en mayor escala, mucho menos se puede esperar que haya rastreo. Entrevistadas varias personas que dieron positivo, todos coinciden que nunca se les preguntó sobre sus contactos previos.
Ahora se habla de semáforos en los municipios para ir abriendo la economía, lo cual es una absoluta necesidad en un país donde la pobreza agudizada cobrará también muchas vidas. Pero sin la implementación de acciones de sensatez epidemiológica es muy probable que ocurra lo que está pasando en muchos Estados norteamericanos y no lo que ha pasado en otros, como Nueva York y Nueva Jersey, donde al igual que en puchos países europeos, efectivamente se logró reducir dramáticamente el número de casos.
La cantidad de exámenes que se logra realizar en Guatemala es patética y a ello hay que agregar que vivimos arrastrando diverso tipo de fallas técnicas que hacen poco creíbles las cifras oficiales. Si cada persona infectada pudiera dar un listado de las personas con las que tuvo contacto en los últimos días, se podría alertarles para que, si fueron contagiadas, no propaguen más el virus. El gobernador Cuomo logró montar numerosos equipos de rastreo que han dado gran resultado, pero en nuestro medio todo gira alrededor de la parte infecciosa, aunque ni esa se atiende correctamente como lo expresaron los médicos del Roosevelt en su angustioso llamado.
Nos urge abrir la economía, no cabe duda, y lo tenemos que hacer de la manera más segura posible por lo que aparte de los semáforos anunciados como la gran innovación, hace falta que alguien piense con mentalidad de epidemiólogo para establecer acciones y parámetros que amplíen ese margen de seguridad a fin de que la necesaria apertura no se traduzca en situaciones que terminen disparando más los contagios, tal y como sucede ahora en varios lugares de Estados Unidos donde, sin atender la voz de los expertos en epidemias, se procedió a la apertura basada en criterios irracionales.