Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

El gran escritor, filósofo, periodista y político José Martí prócer cubano, es el autor del pensamiento que he tomado de título para esta nota como homenaje a todos mis colegas Maestros, cuyo día dedicado a exaltar este apostolado se conmemora en Guatemala el 25 de junio, fecha histórica que recuerda la ejecución extrajudicial de la dirigente magisterial maestra María Chinchilla Recinos, ejecutada por policías el 25 de junio de 1944 en la sexta avenida y diecisiete calle, zona uno de la capital del país en el marco de las protestas cívicas contra el dictador de turno Jorge Ubico Castañeda. Se instituyó esa fecha como el Día del Maestro, por medio de acuerdos gubernativos de fechas 6 de abril de 1953 y 16 de junio de 2006 respectivamente.

El ejercicio de la profesión magisterial en cualquiera de los niveles educativos, como ya dije es comparado con un apostolado, entendido este vocablo como una misión posible de cumplir en términos de que el maestro es como el mensajero del conocimiento, el creador de conciencia, el arquitecto del arquetipo humano, el que desarrolla, templa y construye la cultura letrada, el que comparte e instruye para moldear carácter e inculcar valores. El heredero de los atributos de Atenea o Minerva, diosas de la sabiduría en las mitologías griega y romana.

Lo que digo sobre la profesión de educar no es una exagerada exaltación al oficio de maestro, más bien es el perfil óptimo, ideal, debería ser el norte que parafraseando a Martí, conduzca hacia la realización del maestro creador. A ese paradigma ideal, que hay que colmar de valores como ética, integridad, profesionalismo, disposición de servir, empatía, dedicación, responsabilidad.

En países como Guatemala, que continúa siendo un Olimpo de la corrupción, impunidad y analfabetismo, además de los atributos antes citados, el educador debe ser incorruptible, transparente. Las organizaciones gremiales del magisterio nacional, deberían abandonar el servilismo y contubernio que mantienen con los gobiernos de turno. Los sindicatos de maestros que no se alinean con el Gobierno, deberían volcarse a impulsar la lucha por la reforma educativa, por un sistema de educación incluyente, abierta, democratizadora, holística, integradora, liberadora y sobretodo, laica.

Como maestro, creo en la educación como el bastión de toda sociedad para emanciparse de la oscuridad, ignorancia, fundamentalismos, intolerancia y en general, despojarse de todas las lacras que detienen el progreso de las sociedades. En este punto, otra vez tengo que citar a Martí cuando sostuvo: “Un pueblo culto, es un pueblo libre”.

Con esa frase de Martí, viene como anillo al dedo aquel añejo adagio que afirma, “Más claro no canta el gallo”. Totalmente cierto, un pueblo educado que conoce sus derechos y obligaciones es más difícil de domar, menos posible de engañar con falsas promesas, retórica barata que utilizan los políticos para comprar voluntades, nada de eso sucede cuando el pueblo es culto e ilustrado.

Eso quiero para mi país, que no arrastre indicadores económicos, sociales y culturales negativos, que deje de ser Olimpo de corruptos e impunes, que erradique el analfabetismo existente, la desnutrición crónica infantil, la discriminación, el racismo, la intolerancia, el hambre y la desigualdad.

Extiendo mi mano, saludando a los colegas Maestros de todo el país, orgulloso de nuestra profesión y ansioso de ver la realización de cambios estructurales en Guatemala, para eliminar de raíz las lacras que nos mantienen en retroceso y el subdesarrollo.

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