Alfonso Mata
En una era de incertidumbre, como la que ha venido a causar la COVID-19, en que se enlazan fuertemente lo sanitario con lo económico, debemos ser capaces de actuar de manera rápida y efectiva para evitar sus consecuencias negativas, algunas reales y ya presentes y otras en evolución. El accionar gubernamental eficiente, significa tener acceso al mejor consejo posible y, de manera crucial, a las personas adecuadas alrededor de la mesa cuando se toman las decisiones. Significa considerar los problemas de reconocer que cuando se trata de bienestar nacional, la justicia, la legislación y la ejecución no son asuntos separados, sino todas partes de un solo paquete de accionar. Pero el primer cambio es asegurarse de que el Gobierno tome en sus tres organismos las decisiones adecuadamente: coordinada y conscientemente. Es por eso que la mesa de diálogo nacional debe reunir lo público y lo privado alrededor de acciones concretas. Reunirse periódicamente e impulsar una cultura de cambio, colocando una estructura poderosa justo en el corazón del gobierno, para garantizar que nuestros recursos limitados se implementen de la mejor manera. Creo que su misión va más allá de un impacto significativo, dando una dirección clara a nuestro enorme compromiso nacional en crisis y emergencias.
En segundo lugar, debemos superar la falta de una estrategia de toma de decisiones unilaterales y centralizadas ajenas a las necesidades de un desarrollo nacional y local adecuado. Para ser útil, esta estrategia debe permitir al Gobierno tomar decisiones sobre los riesgos que enfrentamos todos los grupos sociales que constituimos el pueblo de Guatemala y no solo algunas de sus facciones.
Por supuesto, en esa estrategia falta una tercera columna, hay que reaccionar ante el hecho que nuestras instituciones e infraestructura son lo más débiles aun para tratar la cotidianidad y desmontar la inequidad y desigualdades. La prioridad más alta no siempre significa cambiar gente sino corregir y actualizar procesos de planificación y ejecución.
Cuarto, creemos que las instituciones de estado deberían poner mucho más énfasis en detectar riesgos emergentes y sugerir mejor en cómo tratarlos, antes de que se conviertan en crisis. Para hacer eso, necesitamos unir y utilizar todos los instrumentos del poder nacional académico y técnico, de modo que la suma del esfuerzo sea mucho mayor que sus componentes.
Nuestros funcionarios deben comprender a fondo la situación local en el terreno para poder influir en ella; nuestros profesionales de desarrollo deben participar plenamente en la implementación de nuestro programa de desarrollo de clase mundial para ayudar a abatir desigualdades, inequidades e injusticias. Debe haber una cooperación fluida entre los tres poderes, cosa que nunca hemos logrado pues es la única manera de lograr la estabilización de los estados frágiles.
Quinto, necesitamos construir una relación mucho más estrecha entre el gobierno, el sector privado y el ciudadano cuando se trata de desarrollo nacional. Por supuesto, el Gobierno tiene un papel crucial de liderazgo que desempeñar, y ciertamente cumplir con sus responsabilidades, pero todos tenemos un papel que desempeñar para construir un país moderno y democrático.