Jorge Raymundo
En anterior entrega decíamos que la vuelta a la escuela, no debe llevarse a cabo a la misma de antes, porque entonces pondríamos en serio peligro a los niños, niñas y jóvenes en su integridad física y a un contagio inminente masivo, lo que no resulta una ganancia sino una grave pérdida. Esto hablando de las condiciones físicas y de infraestructura y de servicios con que cuenta el edificio escolar. Estas condiciones son como mínimo: agua potable, servicios sanitarios, útiles de limpieza suficiente como jabón, desinfectante, papel de baño, cocina saludable, higiene general y la infraestructura en mejor estado. Todo, considerando el concepto de escuela como espacio físico. Y como se decía en un reciente programa televisivo: “regresar sin condiciones de seguridad e higiene, discúlpenme, pero es mejor no regresar”. Palabras sabias que ojalá las autoridades del Ministerio de Educación lo tomen muy en serio y procuren, en este tiempo de suspensión de clases, acondicionar todos los edificios escolares en mejor estado.
Pero otra idea de escuela que sugiere el título de este artículo, es la escuela no como lugar físico, sino como el lugar de construcción de aprendizajes, que no necesariamente sea un lugar físico sino, incluso, se puede hacerlo debajo de un árbol. Esta también es una escuela.
Ese espacio de encuentro espiritual, emocional, intelectual y de construcción de conocimientos, también debería no ser el mismo de antes. Para empezar debería de servirnos para cuestionar cómo es ese espacio, qué se aprende en ese espacio y cómo se aprende con vistas a una nueva era, después de la COVID-19 en esta Guatemala del futuro.
Una vez más, la madre naturaleza nos ha dado otra oportunidad para pensar y repensar sobre lo que aprendemos y enseñamos en la escuela. De esta crisis de salud, crisis económica, crisis ambiental, crisis social en general, deberíamos de pensar y repensar la educación que estamos haciendo y qué tipo de ser humano estamos formando.
Algunas pistas para repensar la educación, nos ofrece el documento que recientemente compartimos con la autoridad educativa. En primer lugar, este regreso a la escuela, se debe considerar de nuevo, aquellos pilares de la calidad de la educación para el siglo XXI: “aprender a aprender”, “aprender a hacer”, “aprender a ser”, “aprender a convivir con los demás” y “aprender a emprender”, así como sus dimensiones de inclusión, equidad, relevancia, pertinencia, eficacia y eficiencia deben estar presentes en el necesario proceso de replanteamiento de la educación en Guatemala. Todos estos cinco pilares de la calidad educativa son importantes, pero particularmente para Guatemala, hay algunos más importantes especialmente tomando en cuenta la desigualdad social en la que se desarrolla, así como las condiciones de exclusión y discriminación que vive una gran mayoría de la población guatemalteca. Sobre algunos de estos pilares que pueden dar un giro importante a la educación, si se tomaran en serio en esta nueva era, volveremos en un próximo comentario.