Jorge Morales Toj

Maya K’iche’, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario, con estudios de Maestría y Doctorado en Derecho Constitucional. Pacifista y Defensor de los Derechos Humanos.

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Jorge Morales Toj
jorgemoralestoj@gmail.com

Este fin de semana, muchos pudimos ver en redes sociales las horribles escenas e imágenes del asesinato como antorcha humana del abuelo médico Maya Q’eqchi’ Domingo Choc, en la comunidad Chimay de San Luis Petén. Esas imágenes que dieron la vuelta al mundo, nos recuerda, cómo se quemó el conocimiento ancestral del pueblo Maya en la época de la colonia y del conflicto armado interno.

Lamentablemente los linchamientos y posterior quema de los cuerpos de las víctimas, son un rezago que nos dejó la cruenta guerra que se libró en territorio guatemalteco, esas malas prácticas se han heredado en varias comunidades, especialmente de aquellas que fueron sometidas a la militarización y prácticas contrainsurgentes.

Dentro del contexto, hay que mencionar la penetración de sectas religiosas en las comunidades de los pueblos indígenas de Guatemala, esa presencia de sectas que ha generado divisiones y adversidades dentro de comunidades. Las constantes disputas entre sectas para ver quién tiene la iglesia más grande o quién tiene las bocinas más ruidosas, es una constante en varias comunidades indígenas. Hay más que iglesias que escuelas y centros de salud.

Históricamente se ha estigmatizado a los guías espirituales y curanderos de los Pueblos Indígenas. Hace algunos años, en mi natal Santa Cruz del Quiché, defendí en los tribunales de justicia a varios guías espirituales que eran capturados por llevar su sagrado pom, sus puros y su ocote. Tuvimos que hacer valer los derechos de los pueblos indígenas, en base a lo establece nuestro ordenamiento constitucional y los tratados internacionales de los pueblos indígenas. La persecución policiaca cesó, hasta que varios jueces emitieron sentencias que reconocen el derecho a la espiritualidad del Pueblo Maya.

La sociedad racista e ignorante, sigue catalogando como “brujos o hechiceros” a los ancianos que portan y practican el conocimiento ancestral a través de los Ajkun (curanderos), de los Ajba’k (hueseros) y de los Ajqi’j (guías espirituales). El sistema de salud aún sigue ignorando el aporte de las abuelas comadronas y las marginan en los hospitales y no se reconocen ni se promueven la aplicación de la medicina ancestral maya.

En redes sociales, Mónica Berger, Antropóloga médica de la Universidad del Valle de Guatemala escribió: “El Abuelo Domingo, junto a otros sabios Abuelos y Abuelas Q’eqchi’, trabajó incansablemente para sacar a la luz el valor de la sabiduría Maya. Por ello era parte de un equipo transdisciplinario de científicos mayas, guatemaltecos y europeos que trabajábamos juntos en dos grandes proyectos de investigación y desarrollo con la Universidad de Zurich en Suiza, el University College London, en Inglaterra, y la Universidad del Valle de Guatemala. Hace tan solo unos meses el Abuelo Domingo caminaba por el bosque aledaño a su comunidad con nuestro equipo de la Unidad de Antropología Médica, en un viaje etnobotánico para identificar especies de plantas medicinales”.

Distintos sectores de la sociedad guatemalteca y el mismo presidente Alejandro Giammattei han condenado el vil asesinato del abuelo Domingo Choc. Hoy más de nunca, demandamos que las entidades de justicia, hagan una exhaustiva investigación y apliquen el peso de la ley a los autores intelectuales y materiales del condenable hecho.

Tat Mingo Choc maltiox che’ ri’ juntir a no’jbal.

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