Por: Daniel Rodríguez
Guatemala como el resto de los países en Latinoamérica ha sido testigo de muchas manifestaciones que fomentan el racismo y la discriminación como prácticas propias y “normales” de la cultura latina y en su oposición numerosos movimientos y organizaciones han surgido y se han levantado para erradicar esta brecha de desigualdad que aqueja a un importante porcentaje de la población.
Combatir la discriminación, la exclusión y la marginalización han sido algunos de los objetivos que los gobiernos de la región han planteado en sus diferentes agendas de trabajo; sin embargo, ha sido evidente que el sector de la población principalmente los indígenas, cada vez incrementan sus posibilidades de vivir en pobreza, no tener acceso a la educación, fuentes de empleo y por ende a la poca o nula representatividad en cargos de toma de decisiones que los conducen a no ser reconocidos como parte del propio Estado guatemalteco.
Desde hace unas semanas, hemos sido testigos de muchas campañas que van en contra de la discriminación contra las personas de color y todas las reacciones que se desarrollaron en torno al fallecimiento de George Floyd; Sin embargo, me parece importante destacar que como país no estamos exentos de ver este tipo de hechos que van más allá de la distinción de color o raza, recordemos el brutal asesinato de Domingo Choc, quién se suma a la lista de las víctimas que han dejado las prácticas de desigualdad en la región y son solamente algunas de las que se han hecho públicas, el resto solo son parte de un escenario “normal” al que ya estamos acostumbrados.
Nos encontramos en una situación de crisis ¿Hasta cuándo entenderemos que nuestras divisiones únicamente nos hacen retroceder como país, como sociedad, como seres humanos? Tener pensamientos, ideas o creencias distintas son parte de nuestra naturaleza; Sin embargo, difundir indiferencia y odio a quiénes no encajan con nuestros ideales, eso no es parte de nuestra concepción y tampoco nos llevará a ningún lado.
Como joven y como guatemalteco quiero apelar a que dejemos de ser indiferentes por el dolor ajeno, que las injusticias no sean indistintas a nuestros esfuerzos por fortalecer la unión, la paz y la reconciliación entre nosotros, que la sumisión y la vulnerabilidad de nuestros pueblos no sean vistas como oportunidades de actos ilícitos y aprovechamiento de otros.
Velar por el cumplimiento del ejercicio de los derechos sociales, económicos y culturales es indispensable para que el reconocimiento étnico de los indígenas pueda ser promovido y respetado como cualquier otro sector poblacional que demanda aceptación y que es merecedor de vivir sin estereotipos raciales.
El acoso, hostigamiento, intimidación, descalificación, amenazas y criminalización de los derechos de las comunidades más vulnerables son ejemplos claros de barreras estructurales que impiden su inclusión social que todos y todas tenemos que erradicar. En estos momentos crear oportunidades y construir una sociedad más justa, próspera e igualitaria debe de ser nuestro principal reto por superar.