Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

No hallo cómo comenzar a escribir este texto en la que mi intención consiste en compartir con usted la alegría por la decisión de galardonar con el Premio Princesa de Asturias de las Artes a los compositores de cine: Ennio Morricone y John Williams.  Mientras lucho con la impostadura, valga decir desde ya que fuera de los rudimentos de formación musical recibida en el convento y mis atrevidos intentos “gregorianos”, soy bastante infeliz para el arte al que ahora me refiero.

Con todo, he sido muy afortunado al haber tropezado con estos dos genios de la música contemporánea, especialmente con Morricone.  Del director italiano reconozco dos características que me impresionan en particular.  En primer lugar, la sensibilidad estética con la que logra no solo la comprensión de los relatos fílmicos para los que ha compuesto, sino la personalidad propia que les imprime aportando ese “plus” que toda puesta en escena necesita.

En segundo lugar, valoro el talento exquisito de sus bandas sonoras y la capacidad de conectar con toda clase de público: desde los profanos (esos que compiten en sordera con las serpientes), hasta los más refinados críticos y músicos de conservatorio.  Esa cualidad solo es posible desde el sentido por el que reconoce las fibras íntimas de la naturaleza humana.  No es poca cosa.

El director de cine español, Alejandro Amenábar, dice que de los dos compositores prefiere a Williams, pero que si tiene que quedarse con un tema elegiría “El oboe de Gabriel”, de Morricone.  En lo particular me cuesta la decisión, pero haciéndome violencia optaría por el “soundtrack final” de Cinema Paradiso.  Las razones son semejantes a las ofrecidas en el párrafo anterior.

Por fortuna ni usted ni yo tenemos que elegir.  No es necesario sacrificar las grandes composiciones de John Williams, como “Tiburón (1975), “Star Wars” (1977), “Superman” (1978), “Indiana Jones, en busca del arca perdida” (1981), “E.T.” (1982), “Parque Jurásico” (1993) y “La lista de Schindler” (1993).  Ni abstenernos de las obras de Morricone, “El bueno, el feo y el malo” (1966), “La misión” (1986), “Cinema Paradiso” (1988) y “Los odiosos ocho” (2015).

Es hermoso que en medio de la calamidad pública que vivimos nos ocurra esta noticia.  La música nos hace mejores y nos humaniza.  Ojalá no salga de las asignaturas de las escuelas ni del interés de los centros de estudios superiores.  Yo creo que parte de la miseria de nuestros días consiste en que a muchos de nuestros líderes (políticos, banqueros y empresarios) les faltó una madre que les cantara al oído. Mírelos, son tarugos, limitados, castrati(sin que esto les sirva tampoco para “il bel canto”).

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