Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Cuando Donald Trump nombró a su primer gabinete destacó la presencia del general James Mattis, conocido en las filas del ejército como “Mad Dog” y respetado por el papel que desempeñó al frente de las fuerzas armadas en duras y complicadas épocas derivadas de las guerras de Afganistán e Irak, además de las que se tenía que librar con los grupos terroristas de Al Qaeda y e Isis. Su trayectoria lo convertía en el más conocido pero también más respetado miembro del nuevo gabinete que se estrenó con la investidura del millonario convertido en gobernante.

Fue Mattis, sin embargo, uno de los primeros en largarse del equipo de trabajo de Trump porque no era el tipo de lambiscón que abundaba en toda la administración y simplemente no quiso ser responsable de la debacle que veía venir por la errática conducción de la política exterior y la volatilidad de carácter de un presidente que actúa de acuerdo a sus impulsos sin dar espacio ni tiempo a la razón para la toma de decisiones.

Trump ha sido criticado por muchos en este año, empezando por el manejo que hizo de la crisis de la pandemia del coronavirus, de la que primero se burló diciendo (como otros) que apenas era una gripona que pasaría como por arte de magia sin hacer estragos en los Estados Unidos, llegando al colmo de decir que era un invento de los demócratas para desestabilizarlo a él y porque no encontraban cómo atacarlo.

El descalabro de la economía lo empezó a angustiar porque entiende que ningún presidente ha sido reelecto en medio de una recesión y de esa cuenta adoptó medidas, contra la opinión de sus médicos, para apresurar la reactivación plena de la economía aún cuando no se daban condiciones para hablar de una contención de los contagios. Todo ello lo tenía sumamente preocupado y le llovían críticas mundialmente por su errático proceder, situación en que lo encontró el movimiento de protesta por el asesinato de George Floyd muerto bajo la rodilla de un policía bárbaro, uno de esos que ven en cada persona no blanca un enemigo que hay que controlar o eliminar.

Tras la amenaza que hizo Trump de usar el ejército para aplastar a los manifestantes, convirtiendo a su país en copia de cualquiera de las muchas dictaduras brutales del mundo, el general Mattis salió de su retiro y habló fuerte y claro para señalar que Trump es un peligro para el orden constitucional de su país y que el país está presenciando las consecuencias de tres años sin un liderazgo maduro, destacando que es el primer presidente que ha visto a lo largo de toda su vida que no trabaja para unir al país y ni siquiera tratar de aparentar que lo hace. Por el contrario, dijo el general, todo lo que hace es para profundizar las divisiones en la sociedad norteamericana.

Los republicanos dejaron de ser republicanos porque se volvieron trumpistas sumisos a todo lo que dice y hace el gobernante. Por ello una voz no politizada como la de Mattis, adquiere una proporción inmensa en medio de la crisis que vive Estados Unidos.

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