Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Hace aproximadamente dos o tres meses, cuando apenas empezábamos a experimentar esta vorágine de acontecimientos que ha traído consigo la pandemia de coronavirus que aqueja al mundo, escribí, en este mismo espacio, un breve texto en el que comentaba someramente algunos de los efectos que en diversas áreas del quehacer (y acontecer) humano, empezarían a manifestarse de alguna manera en nuestras vidas. No es necesario analizar mucho la actual situación para darse cuenta de que, países como Guatemala, ya se están viendo muy afectados (en muchos sentidos, no sólo sanitarios y/o económicos) dada su vulnerabilidad en tanto que forman parte del grupo de países denominados “en vías de desarrollo”. Países como Guatemala -verbigracia-, cuya economía depende en gran medida del comercio informal, de las exportaciones de sus productos agrícolas o de las remesas que un considerable segmento de sus ciudadanos recibe desde el extranjero, si aún no la están viendo difícil, lo más seguro es que les ocurra en breve. Los mercados ya empezaron a colapsar a nivel mundial; las fuentes de empleo en los países desde los que se envían las remesas se están perdiendo en números sin precedentes; las grandes inversiones que en un momento dado podrían hacer alguna diferencia empiezan a buscar sitios más convenientes que les permitan visualizar una mayor seguridad y estabilidad a futuro, y; a muchas empresas locales les está costando mantenerse a flote; sin mencionar el hecho de que, transitar hacia eso que ha dado en llamarse una nueva normalidad (una suerte de oxímoron que quizá podría sustituirse por nueva realidad, denominación que también puede suscitar cuestionamientos…, pero ese es otro asunto), no significa la recuperación inmediata ni de la economía ni de las formas de comportamiento social a las que estábamos habituados hasta hace dos o tres meses. La pandemia ha causado estragos sanitarios y económicos en las grandes potencias del mundo (lo cual han evidenciado que nadie está preparado para enfrentar de pronto un fenómeno tal) y ya ha empezado a causarlos a gran escala en América Latina. Algunos medios internacionales han empezado a identificar a Latinoamérica, incluso, como el nuevo epicentro de la pandemia. Basta imaginar por un momento, para alarmarnos realmente, la dimensión de lo que podría sobrevenirles a nuestros países (ojalá no), en donde las economías y los sistemas de salud son bastante más precarios que los de China, Italia o Estados Unidos. La crisis, no obstante, es global, y seguirá siendo global por algún tiempo, razón por la cual es menester que la búsqueda de soluciones también sea de alcance global. De no suceder así, el rebote podría ser también considerable, hasta que exista una vacuna o método de inmunización confiable y duradero que nos permita empezar, entonces sí, el tránsito hacia una nueva realidad.

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