Carlos Figueroa Ibarra
En estos meses en los cuales el mundo entero ha estado viviendo los estragos de la peste, es inconmensurable el número de noticias verdaderas y falsas sobre la misma, interpretaciones sobre su naturaleza, recetas para curarla y teorías de la conspiración sobre sus causas. El SARS-CoV 2 habría sido un virus creado y escapado accidentalmente de algún laboratorio destinado a la guerra biológica; es un virus intencionalmente difundido por alguna de los grandes empresas farmacéuticas para obtener grandes ganancias; es una gran mentira pues en realidad el virus no existe y su noticia se ha difundido con propósitos aviesos; fue creado en Estados Unidos y diseminado en Wuham para frenar a China; fue creado en China y se hizo para afectar a todas las potencias occidentales y particularmente a Estados Unidos. Agregue usted a esta lista de historias de conspiración, las que a mí me hayan faltado.
De las interpretaciones sobre el origen de la epidemia, científicamente la más consistente es la que la atribuye a un origen zoonótico y por tanto de transmisión interespecie (de animal a humano). El virus de la Covid-19 es similar al SARS-CoV que habita en los murciélagos. Se sospecha que pudo haber provenido de un mercado de especies animales silvestres en Wuham, la ciudad en donde se inició la pesadilla que estamos viviendo. Resulta aterrador saber que se prevé que vendrán más epidemias (cada diez años) como la que ha infectado a decenas de millones de personas como lo muestra el que haya 3 millones de casos confirmados y 350,000 muertes. La razón de esto estriba en la degradación ambiental que vive el planeta en la cual los hábitat de las especies salvajes están siendo invadidos por ciudades, el mercantilismo capitalista ha convertido en mercancías a varias de estas especies y la producción alimenticia ha llevado al hacinamiento de animales en los cuales es un riesgo la proliferación de virus como lo revelaron la gripe porcina y aviar.
Lo que hoy vivimos fue previsto desde hace más de un siglo. Un amigo íntimo de Marx, Ray Lankester, protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley, escribió en su libro El Reino del Hombre (1907) : “En un ambicioso esfuerzo por producir grandes cantidades de animales y plantas… el hombre ha acumulado cuantiosas especies, de manera antinatural, en campos y granjas y se ha concentrado también de manera antinatural multitudes en ciudades-fortaleza”. El resultado de todo esto, ha agregado el académico ecosocialista Bellamy Foster, “ha sido el crecimiento de nuevas enfermedades asociadas con virus, parásitos y bacterias”.
La economía dirigida a la obtención de la máxima ganancia ha provocado el hacinamiento animal necesario para la producción industrial de cerdo, pollo y huevo, la comercialización de especies silvestres, la destrucción de sus hábitat, la ruptura del metabolismo entre el campo y la ciudad, el agotamiento de los recursos naturales, el envenenamiento ambiental y el calentamiento global. Nada de esto es ajeno a lo que será la recurrencia epidémica que en los próximos años azotará a la humanidad.