Arlena Cifuentes
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El Presidente ha anunciado que si el número de infectados supera los cuatrocientos diarios se verá obligado a cerrar el país en su totalidad por dos semanas. Podemos afirmar entonces que el cierre es inminente. El gobernante aún duda que se alcance dicha cifra la cual muy pronto verá rebasada inconteniblemente. Como todo en nuestro país se inicia de atrás para adelante, él pudo restringir el contagio. Esta medida debió haberse aplicado cuando surgió el primer caso, era el momento adecuado y se hubiese evitado un mayor sufrimiento a la población. En lugar de haber asumido posturas de triunfo que un pueblo insensato como el nuestro respondió con aplausos y ovaciones. ¡Ah pueblo iluso el nuestro! Los resultados oficiales no reflejan aún que ya hemos rebasado dicha cifra, no se necesita ser experto para imaginar que si alcanzamos el número mágico de 400 infectados y cada uno ha tenido un efecto multiplicador de nueve el resultado de ese día sería de 3,600 –quedándome corta- desconociendo que criterios ha utilizado el señor Presidente para determinarla como cifra límite o bien esta es producto de su imaginación. Diariamente estos tendrán un efecto multiplicador más acelerado.

Afirmar lo anterior es muy sencillo, ya que como consecuencia del subregistro causado por las pocas pruebas realizadas vedando además información y proporcionando datos fuera de contexto que con el correr de los días nos muestran las carencias y lo que verdaderamente sucede dentro de los hospitales, la ausencia del equipo de protección para el personal de salud que nunca llegó, la enorme incapacidad para ejecutar el presupuesto, las condiciones inhumanas en las que se desenvuelve el personal de salud sin contratos y sin que se les realice el pago correspondiente, los contagios de médicos y enfermeras –lo cual no creo que haya sucedido en ningún país del mundo en un proceso incipiente-y la incapacidad por brindar una atención digna a los pocos infectados quienes han denunciado las precarias condiciones en las que sobreviven.

El pueblo no tiene la culpa de los desmadres que se vienen ocasionados por la obstinación del Presidente quien no escondió su afán por centralizar todas las decisiones en su persona con el fin de aparecer como el gran salvador no supo actuar en el momento oportuno. En los últimos días ha asumido una actitud de apertura reuniéndose con algunos sectores, que por cierto dejan mucho que desear al no darse cuenta que les están dando atole con el dedo ya que lo hecho, hecho está y lo que viene es irreversible.

De nada servirá que se cierre el país si el número de pruebas no se incrementa al menos a cinco mil diarias. De nada servirá que se cierre el país si no hay cambios de raíz, desde la cabeza hasta los pies en el Ministerio de Salud. De nada servirá que se cierre si no hay una mejor ejecución del presupuesto aprobado, se erradica al racimo de corruptos que conforman el mismo y todos quienes tengan que ver con la adquisición de equipo e insumos para atender a los pacientes, de nada servirá si no se mejoran las condiciones de los médicos y del personal de salud. Vergonzoso lo que aquí sucede, el personal médico infectado de primas a primeras, renunciando por la incapacidad de los responsables. Sin duda alguna, somos un gran ejemplo para el mundo. ¿Será justo que el pueblo tenga que escoger entre morir de hambre o infectado?

El sistema de salud está colapsado y esto lo tenemos que entender, el no querer ver la realidad no ayuda en nada. Es a partir del conocimiento e interiorización de lo que realmente sucede que podríamos intentar repetir el estribillo de “juntos saldremos adelante”. En las próximas semanas veremos como la incapacidad del Gobierno se reflejará en los miles de infectados y de muertes.

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