Crédito: Presidencia

El presidente Giammattei y la sociedad guatemalteca tienen que terminar reconociendo que nuestro sistema político y administrativo está agotado y que no da para más. Las dificultades administrativas que se encuentran para hacer operativos los planes del gobierno son patéticas y debe reconocerse que, en cambio, para hacer negocios y trinquetes todo funciona como una máquina bien aceitada, con diligencia y rapidez sin que ninguno de los supuestos controles, esos que hacen engorroso el trámite ordinario, se interponga en los procesos de adjudicación que asegura la posibilidad de cobrar la mordida.

Desde 2015 se fue comprobando el tamaño del sistema de la corrupción y la forma en que todo el aparato del Estado y buena parte de la sociedad se alineaban en ese perverso modelo que fue trastocando todo, al punto de que se abandonaron los fines esenciales que señala la misma Constitución porque el fin supremo dejó de ser la defensa de la vida y promoción del bien común pues todo giró alrededor del trinquete. Y si el destape de la corrupción en ese momento desnudó la dramática podredumbre, la pandemia del coronavirus nos viene a demostrar, con dolorosas experiencias, que nuestro sistema no da para más y que tantos años de saqueo se traducen en un sistema hospitalario colapsado, un sistema de compras que sin la mordida no opera e instituciones que no tienen la capacidad de agilizar la entrega de urgentes programas sociales, con suficiente dinero asignado pero que no puede llegar a la gente porque no se atina a encontrar la forma.

Cualquiera pensará que en medio de ese desolador panorama al gobernante no le queda más que operar con lo que tiene y hacerle ganas, aunque esté cantado el fracaso. Pensamos que, por el contrario, es este el momento oportuno para que se puedan emprender los cambios que hacen falta para recomponer nuestro modelo administrativo. Aunque algunos de los funcionarios del actual gobierno hayan llegado mediante los viejos criterios usados para asignar cargos, el país no está para seguir esa asquerosa fiesta y es tiempo de una renovación profunda, producto de la convicción de que la eficiencia administrativa será la mejor herramienta no solo para reducir el número de muertes por la pandemia, sino para acelerar el retorno de la actividad económica para evitar que más gente muera de hambre.

Ojalá ese carácter que muestra el Presidente para responder a sus críticos o a quienes ve como enemigos, salga a relucir para exigir y promover los cambios que el país demanda para sacudir esa podrida mata productora de corrupción.

Redacción La Hora

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