Colegio de Médicos aclaró hoy que el uso de termómetros de infrarojo son completamente seguro. Foto La Hora/AP

El término no es nuevo y se aplica a las víctimas de la peste, es decir de alguna enfermedad muy contagiosa como el coronavirus que afecta actualmente a la humanidad. El diccionario de la Real Academia dice que apestado es quien padece la peste o una enfermedad contagiosa, pero también aplica el término a las personas despreciadas o marginadas por la sociedad, toda vez que ese es el fenómeno que generalmente ocurre con quienes terminan siendo víctimas de alguno de los males que generan tanta preocupación entre la gente.

Hoy publicamos una entrevista con la esposa de uno de los muertos por el coronavirus en Guatemala y relata la tragedia que significa la pérdida del ser querido y las circunstancias en que se produjo su fallecimiento, lejos de todos y en el aislamiento del Hospital de Villa Nueva. Una situación que en el mundo han sufrido cientos de miles de personas y que nos debe llevar a la comprensión del drama que se vive en prácticamente todos los países. Cierto es que quienes enferman pueden contagiar a otras personas y por eso se les ve como apestados y en algunos sitios hasta se les persigue o se les acosa por considerarlos, antes que nada, propagadores de la pandemia, sin reparar que ellos están no sólo sufriendo los efectos del mal sino que además están sometidos a esa clase de estigma social que genera el miedo entre la gente por la posibilidad de contagiarse.

Por supuesto que todos tenemos que cuidarnos y debemos evitar contagios, pero es acatando las disposiciones de distanciamiento social como podemos lograrlo dada la forma en que se contagia el virus preferentemente. Las víctimas de coronavirus tienen que observar meticulosamente la cuarentena que se les impone y de esa forma ellos contribuyen a evitar la propagación, pero el estigma social y hasta la persecución que se ha dado en algunos lugares no contribuye en nada y, por el contrario, hace más difícil el momento ya de por sí duro que pasan esas personas.

El término apestados debiera desaparecer de nuestro léxico en estos días de coronavirus porque tristemente nadie está libre de la enfermedad y quien la llegue a contraer no querrá ser objeto de esas muestras de acoso y desprecio. Sobre todo cuando se produce una muerte que nos debe obligar a la compasión y enorme empatía con los deudos de la víctima, entendiendo que nadie se enfermó por su gusto sino que es, como millones de gente en el mundo, un ser humano que tuvo la mala fortuna de enfermarse.

Redacción La Hora

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