Para quienes creyeron que la pandemia del coronavirus iba a ablandar el corazón de los corruptos, lo ocurrido con los viceministros de Salud Pública y los negocios que la Comisión Presidencial Contra la Corrupción, a cargo de Oscar Dávila, descubrió en los últimos días es una muestra de cuán importante es que los ciudadanos estemos atentos para evitar que, por enésima vez, una tragedia sea el instrumento para que los sinvergüenzas hagan fiesta con los fondos públicos. Lo habíamos dicho desde el principio porque sabemos que no quitan maña y que repetirían las actitudes asquerosas de gobiernos anteriores, en los que se usó la emergencia o calamidad para hacer trinquetes.

Y es que aunque estemos viviendo una experiencia inédita, ello no significa que toda la gente abandone viejas y lucrativas prácticas. Por el contrario, sabiendo que la Contraloría está de adorno y que la gente está más preocupada por su salud que por otras cosas, la famosa “arca abierta” se ensancha de tal manera que se convierte en un enorme atractivo para todos aquellos que saben cómo exprimir la ubre del Estado y embolsarse millones con la mayor tranquilidad del mundo. Si no que lo digan los diputados.

Por ello es que insistimos tanto en la vigilancia ciudadana para evitar o, por lo menos, disminuir los desmanes. Afortunadamente la Comisión Contra la Corrupción que formó el Presidente está dando muestras de su existencia justo en el momento más indicado, de forma que sirva de aviso para toda la caterva de pícaros que, desde el Estado o desde las empresas que se han acostumbrado a hacer micos y pericos con los sobreprecios para incrementar sus ganancias, son incapaces de controlar su criminal sed por los negocios.

Lamentablemente para toda esa gente el estigma social es lo de menos porque saben que lo comido, bailado y robado nadie se los quita, pero una enérgica reacción social es tan importante como la enérgica reacción de las autoridades para despedir ipso facto a los ladrones y para procesarlos inmediatamente a fin de que se siente el precedente de que el gobierno actuará con energía en cada uno de estos casos.

No podemos permitir, bajo ningún punto de vista, que siga la fiesta del saqueo del erario público alentada por funcionarios que ni siquiera ante la dramática realidad que vivimos toman conciencia. Funcionarios que, al mejor estilo de sus antecesores, llegan voraces a los puestos únicamente a explotar su complicidad con aquellos proveedores que son parte de la jugada. Esa gente merece hoy, más que nunca, castigo ejemplar para sentar precedente.

Redacción La Hora

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