Francisco Cáceres Barrios
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Cuando el Presidente anunció la necesidad de prohibir las celebraciones religiosas de Semana Santa sentí que caía sobre mí un balde de agua fría. Quedé atónito ante la noticia. No podía discutirle al primer mandatario la necesidad imperiosa de hacerlo, ni de sus buenas intenciones para contener la llegada del coronavirus COVID-19 a Guatemala pero, tampoco podía concebir dejar de lado aquel conjunto de sentimientos que trae consigo la formación católica inculcada por mis padres y abuelos desde el primer día de haber llegado al mundo. Antes de Semana Santa, recibimos la invitación cursada a todos los devotos cargadores del Patrón Jurado, Consagrada Imagen de Jesús Nazareno suscrita por el Párroco de Nuestra Señora de La Merced, Pbro. Orlando José Aguilar Castrillo, S.J. por la que se nos invitaba a participar, por medio de la televisión y de las redes sociales, de una serie de eventos que seguramente pensando en aquellos devotos y feligreses que, como este viejo cucurucho, estábamos atravesando un difícil período cargado emocionalmente de una inmensa soledad, nostalgia y tristeza por no poder llevar en hombros a nuestra venerada imagen.
Fue así como desde la misas dominicales y de las retransmisiones de los cortejos procesionales de La Reseña el martes santo y del viernes santo de la Consagrada Imagen de Jesús de La Merced del año 2019, el dinámico y creativo Párroco se dio a la tarea de planificar y llevar a cabo la presentación el martes santo 7 de abril de la ceremonia denominada “A los pies de Señor”; el jueves santo 9 de abril, los oficios de la Cena del Señor; el viernes santo del “Viacrucis Penitencial” y de la “Adoración de la Cruz” y del sábado santo de la “Vigilia Pascual” con tal calidad de presentación católica, ritual y artística que logró que perdiéramos la noción del tiempo transcurrido y olvidarnos por completo de la prohibición presidencial que había causado en los católicos el enorme impacto de perder este año del disfrute de nuestra incomparable Semana Santa.
Por eso afirmo en el titular de este comentario que no se puede hipotecar el futuro, pues cuando menos lo esperábamos, el Padre Orlando logró que surgiera en cada uno de nosotros la esperanza de poder aprovechar la oportunidad que nos brinda la tecnología moderna de la comunicación y así poder estar en su templo o en las calles de nuestra ciudad acompañando las veneradas imágenes de la Virgen de Dolores que también aglutina a un considerable número de devotas cargadoras y a Jesús Nazareno de La Merced, Patrón Jurado y Abogado de la Ciudad de Guatemala, a quien el año entrante le estará celebrando el tercer centenario de la designación concedida por la autoridades civiles de aquella época. Justo es entonces, reconocerle y expresarle al Padre Orlando no solo el respeto y aprecio que le guardamos desde siempre, sino también nuestro sentido agradecimiento por su humano, dinámico y acertado ministerio.