Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Lo que estamos viviendo en estos tiempos es algo que, primero Dios, nunca lo volvamos a vivir en nuestras vidas. Nada en el pasado ha sido tan demandante y tan preocupante porque si bien es cierto que somos una sociedad que se acostumbró a convivir con el abandono del sistema, con la pobreza y la marginación de millones, ahora eso se convierte en un foco de enorme preocupación porque se desea evitar que la enfermedad arrase en lugares con alta vulnerabilidad.

Soy de los creyentes en que esta pandemia nos dejará lecciones únicas que no podemos desaprovechar. En medio de tanto reto, preocupación e incertidumbre, esta se presenta como una gran oportunidad para que en Guatemala entendamos el concepto de levantarnos y caernos todos juntos. Esta terrible situación que vivimos nos debe enseñar a no dejar a tanta gente atrás.

Y es que la enfermedad, sus formas de contagio y riesgos nos han obligado como sociedad a ponernos en el lugar del otro y eso era algo difícil en Guatemala e incluso, impensable en los últimos años cuando en lugar de terminar debatiendo si los actos eran correctos o incorrectos, terminamos discutiendo sobre temas ideológicos que hoy vemos lo irrelevantes que eran porque es justamente esa precariedad que provocó el constante saqueo, la que tiene a todo el país en distintos grados de vulnerabilidad.

El que hoy sea incapaz de tener empatía no ha aprendido nada. Creo que ahora muchos entenderán el sufrimiento que han experimentado millones y que, pese a los enormes riesgos, decidían emprender el camino al Norte porque era muy duro ver a sus hijos y familia sin oportunidades o anhelo futuro.

Hoy es más fácil entender el sentimiento de mucha gente que pensaba, ojalá no me enferme (incluyendo cosas sencillas) porque si algo me pasa, el sistema de salud no me podrá atender y hoy son miles los que buscan no enfermarse porque sabemos que puede haber un momento en el que simplemente no haya lugar para atendernos y así le ha pasado a mucha gente durante bastante tiempo.

Ahora debe ser más fácil entender la incertidumbre del empleado, al no saber si mañana habrá trabajo para sostener a la familia o la preocupación que puede generar trabajar porque es necesario, así como la ansiedad y pena del empleador que debe ejecutar un despido o que necesita trabajar, operar, abrir, vender para poder cumplir con sus obligaciones, su gente, sus colaboradores y sus familias.

Ahora habrá muchos que entiendan que, la mayoría, no opta por la informalidad por mero gusto sino más bien por necesidad y que los que están en condiciones vulnerables viven las preocupaciones que ahora atraviesan los que tienen más estabilidad, solo que ellos las experimentan de forma vitalicia y en condiciones mucho peores.

Debemos entender que quizá hay servidores públicos de primera línea que están viviendo un infierno pero se sobreponen al miedo porque entienden que hay algo más importante que el miedo mismo (parafraseando a FDR) y se levantan todos los días sabiendo que su grano de arena, como el de todos, marca la diferencia. Sin duda muchos, si pudieran, cederían sus lugares diciendo como el chiste: dale vos porque a mi me da risa.

Nunca habrá empatía para el que, hasta en esta crisis, sigue buscando cómo hacer negocios ilegales pero sobretodo inmorales. Para el que desea aprovecharse del otro o seguir con las mañas en la crisis, el que solo ve el derecho de su nariz, los mafiosos que cobran por los votos en el Congreso ni para quienes su soberbia o resentimiento los hace ignorar las voces a su alrededor.

No se trata de estar de acuerdo en todo, eso no solo es iluso sino imposible. Se trata de intentar entendernos un poco más, de entender la necesidad de tender puentes, de trabajar sobre mínimos, de entender las penas, las angustias de los unos y los otros. De entender que estaremos mejor juntos porque en algo nos ponemos de acuerdo que si seguimos separados y en “pencazos”.

No es de abandonar principios, creencias y pensamientos, se trata de unificar aunque sea por una sola vez, puntos en común que nos permitan que esta crisis nos arroje un futuro con una Guatemala más justa, más incluyente y empática, siendo esa una clave necesaria para la construcción de un futuro mejor.

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