Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

Los crímenes de lesa humanidad se desprenden de la supuesta supremacía de unos pocos “seres inhumanos” sobre los que consideran que son “no iguales”, a quienes desvalorizan, les desprecian el valor de su vida y les niegan sus derechos fundamentales. En estos días de penurias y sufrimientos, dolor y muerte, algunas personas sugieren que es el tiempo de perdonar –amnesia y olvido- frente a criminales que guardan prisión. No lo hacen a favor de los criminales por delitos comunes, sino que advocan por quienes han sido enjuiciados y condenados por crímenes de lesa humanidad, unos pocos comparados con todos los responsables de semejantes atrocidades. Es éste un aprovechamiento deshonesto por razones estrictamente ideológicas. Se pide perdón para estos criminales porque se estuvo de acuerdo con sus barbaridades. Se ha querido hacer en Chile, sin convencer a los jueces, afortunadamente, y se quiere hacer en Guatemala, en donde se pretende llevar la iniciativa al pervertido Congreso. Personalmente, me opongo con toda fuerza a semejante tergiversación del perdón. Los pecados se pueden perdonar siempre, y en el mundo religioso hay estrictas reglas para ello, que Judas, por ejemplo, no cumplió; pero estos crímenes no tienen condonación, aunque los culpables pasaran de cien años de edad y se encuentren en medio de una pandemia.

Estoy convencido de que para poder devolver la salud y la sanidad a las sociedades tremendamente golpeadas –por ejemplo con genocidio y otras gravísimas violaciones de los derechos humanos- no se puede forzar a las víctimas a convivir con los victimarios en libertad; se deben encarcelar a todos estos y afirmar ante la sociedad entera que los victimarios son criminales. Esto es algo que las elites se han negado a hacer en Guatemala y, lamentablemente, también lo han hecho algunos sectores de las capas medias, particularmente grupos en ascenso económico y los militares y sus familias. Debiesen entender que esa actitud es una ofensa reiterada y prueba de que la justicia no existe. Me opongo a cualquier tipo de impunidad. De hecho, no solamente debemos juzgar a los criminales de lesa humanidad del pasado, sino que debemos abrir causas contra los responsables de crímenes de lesa humanidad en el presente. Los hay por omisión, como todos los que permitieron que Trump nos implantase sus doctrinas antiinmigrantes, que han llevado a incontables muertes, incluidas las miles que se derivan del COVID-19 en nuestros países y lugares de detención en Estados Unidos; es decir, en nuestro país, Jimmy Morales y sus allegados y Arzú y sus cómplices en el Pacto de Corrupción, en el pasado, y hoy, Giammattei y otros más. Y los hay por acción, el principal de ellos, justamente, el mandatario de Estados Unidos. Éste debe ser sentado en el banquillo de los acusados en el panorama mundial, que es la Corte Internacional de Justicia, y ser acusado de desprecio a la Humanidad y de haber alentado y permitido los más graves crímenes en el mundo actual. No se le podrá aplicar la pena de muerte, por ser ésta rechazada hoy por el mundo civilizado; pero un futuro de cárcel no menor de cien años debería ser la pena mínima.

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