Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Se le denomina la Capital Centroamericana de la Fe por las constantes romerías de católicos que acuden al Señor de Esquipulas para agradecerle alguna gracia o para solicitarla y fue el sitio que escogió el Episcopado para realizar una jornada de oración de súplica frente a la propagación del coronavirus y pedir al Señor protección no sólo para los habitantes de Guatemala sino para los que en el mundo entero están sufriendo en medio de esta terrible pandemia que, como bien dijo el Cardenal Ramazzini, vino para quedarse, cambiando en mucho el estilo de vida a que nos habíamos acostumbrado los humanos.

Fue una ceremonia sobria y al mismo tiempo emotiva. Importantes fueron las palabras de Monseñor Miguel Ángel Recinos, obispo de la diócesis de Zacapa y responsable de la prelatura de Esquipulas, quien nos trasladó la preocupación que hay entre tanta gente por el comportamiento criminal de quienes están haciendo su agosto en medio de la crisis, acaparando o especulando con los precios para aprovecharse de las duras circunstancias. Con verdadero espíritu cristiano el obispo hizo referencia a la lectura del evangelio para entender el sentido de la muerte en el contexto de nuestra fe y para reafirmar que no estamos frente a una especie de castigo divino, sino de una situación que finalmente, y por nuestras actitudes, debe llevar a la mayor Gloria de Cristo.

El Cardenal Ramazzini hizo un serio llamado a la reflexión colectiva sobre el significado de esta pandemia y sobre el papel que como cristianos tenemos que jugar en estas horas críticas. No podemos ser cristianos si pensamos sólo en nosotros mismos y nos desentendemos de lo que ocurre con nuestros semejantes. El concepto de la solidaridad como elemento esencial de lo que constituye nuestra fe lo planteó recordando las palabras de San Juan Pablo II cuando en su visita a Guatemala pronunció con gran energía aquellas célebres palabras de que no puede haber divorcio entre fe y vida, entre fe y los actos que realizamos, situación que cobra mayor relieve aún ahora ,cuando estamos en medio de esta situación que acongoja y preocupa.

Ambos prelados trataron con mucha altura pero con firmeza el papel de nuestras autoridades, especialmente de los diputados, recordando que son servidores públicos y que ellos, más que nadie, tienen que ponerse al servicio de la gente, escuchando su clamor y atendiendo sus necesidades, sin que valga esa tradición ya tan larga y terrible de que prevalezca el derecho de su nariz.

Viendo a esos Obispos y su devoción, claridad y entrega, pensé mucho en monseñor Julio Cabrera, el Obispo de Jalapa a quien el papa Francisco aceptó su renuncia por edad. La había presentados hace más de 5 años cuando cumplió sus 75, pero fue hasta ahora que le fue aceptada luego de una larga y ejemplar vida pastoral. Lo conocí hace muchos años en la Iglesia de la Villa de Guadalupe en la zona 10, cuya remodelación dirigió en aquellos años. Luego fue a Quiché en época del conflicto como Obispo a desarrollar un enorme trabajo de verdadera integración con la población indígena para luego ser enviado a Jalapa de donde saldrá para retornar a Quiché a un retiro que merece pero que deja enorme vacío. Por ello, Gracias a los obispos Ramazzini, Recinos y Cabrera, verdaderos pastores del pueblo católico.

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