Juan José Narciso Chúa
La informalidad constituye el reflejo más evidente de la carencia de un modelo económico sin luces para propiciar el bienestar de la población. Ciertamente, los resultados del modelo económico impertante, que no ha sufrido prácticamente ningún cambio durante el período democrático, han mostrado estabilidad en sus variables macroeconómicas e igualmente períodos de crecimiento económico (cambios anuales en el PIB positivos), pero que resultan insuficientes para generar mayor inclusión en la sociedad.
El problema está en permanecer centrado en la estabilidad macroeconómica y el crecimiento económico pero que en todo caso no genera condiciones para el desarrollo económico o el bienestar de la población. En todo caso, la función de estabilización es medio, sin duda importante para alcanzar el crecimiento económico y éste también es un factor imprescindible para el desarrollo económico. Pero al final, los resultados del crecimiento son bajos para propiciar un mayor nivel de inversión e igualmente resultan modestos cuando se habla de empleo.
La inversión ha venidos mostrando tasas de crecimiento bajas e igualmente su peso sobre el PIB se mantiene a niveles modestos, principalmente con una inversión pública que mantiene poca incidencia y dinamismo, pero en todo caso, el resultado final es que siendo la inversión baja, los niveles de empleo también resultan pequeños.
Guatemala es uno de los países con un nivel de desempleo comparable a países desarrollados e incluso mejor, pero esto esconde una grave realidad, el nivel de subempleo es extremadamente elevado, en donde la informalidad constituye una de las expresiones de esta condición, puesto que existe un desacoplamiento entre la inversión y el empleo, en tanto el mercado de trabajo no tiene la capacida de absorción de la mano de obra que sale al mercado en busca de empleo, con lo cual únicamente un porcentaje muy bajo, consigue incorporarse al mercado laboral formal.
Entonces la informalidad constituye la opción que muchas personas toman para producir ingresos y generar una ocupación que se caracterizará por bajos niveles de ingresos (aunque existen casos excepcionales de altors ingresos), de horarios extendidos, de poca productividad, de carencia de prestaciones de ley, poca contratación de personas y vaivenes en los ingresos.
Sin embargo y a pesar de todo, es una realidad. Hace poco tiempo la BBC presentó un artículo sobre Guatemala, señalando que existía un país que era una paradoja, presentaba niveles de desempleo bajísimos y que coincidía con datos de Suiza, pero que al final no era Suiza, ni Estados Unidos, pero que escondía en ese dato del desempleo: el abuso en el trabajo, niños incorporados a la fuerza laboral y la enorme presencia del sector informal, como una válvula de escape para contar con cierta ocupación, pero sin empleo al final.
Hoy, que la crisis sanitaria derivada del COVID 19, ha mostrado nuestras grandes carencias, nuevamente se releva la presencia y el dilema de la informalidad, en tanto la cuarentena, los ha obligado a recluirse en sus casas, pero con ello se deja de trabajar, con lo cual los ingresos -que son generados día a día-, provocan insuficiencia en la capacidad de compra de las necesidades más ingentes como comer, con lo cual se genera un problema mayor, principalmente si la crisis se extiende y complica como en otros países.
El mercado interno en Guatemal se ha olvidado, la importancia que tienen las micros, pequeñas y medianas empresas se ha postergado, con lo cual un porcentaje elevado de la producción nacional hoy se ve afectado, puesto que muchas micros y pequeñas son informales. La informalidad no sólo es un dato, es una realidad, que demanda en pensar en la misma, pero quitándose de la cabeza la premisa de que no pagan impuestos, para plantear estrategias de rearticular todo el entramado de empresas y emprendimientos que necesitan de incentivos para asegurar su producción e incorporarla a la economía nacional