Raúl Molina
La amenaza de la epidemia del COVID-19, con todas las consecuencias existenciales y socioeconómicas que conlleva, ilumina a mentes desinteresadas a plantear la necesidad de la unidad nacional. Dada la crisis, es imaginable la unidad de la mayoría de los habitantes y, con urgencia, debemos esforzarnos por lograrla; pero sería ingenuo pensar que la clase dominante, minúscula pero poderosa, y los grupos a su servicio en los Poderes del Estado, entiendan y busquen la unidad de todas y todos. Se toman medidas, en consulta con los “poderosos” e ignorando a la mayoría, que responden a los intereses del capital. El mandatario responde a las presiones del CACIF, en lo nacional, y a la Casa Blanca en lo que a ésta le afecte; la población mayoritaria sólo sirve como cortina de fondo para pretender preocupación por su bienestar. Así, la orientación dictatorial del gobierno se ha manifestado en los nombramientos de gobernadores departamentales que se realizaron al amparo de la emergencia y, peor aún, con el asalto del Congreso para imponer un Tribunal Supremo Electoral (TSE) que conviene a los mezquinos intereses de la deshonesta partidocracia. Por si fuera poco, cuando aún estamos en la emergencia, sin poder estimar sus efectos y sus costos, se piden siete mil millones de quetzales para lo que podemos llamar “piñata de la pandemia”, que gracias al Estado de Calamidad Pública, decretado por el Ejecutivo y ratificado por el Legislativo, podrá gastarse al antojo del presidente. Todo al amparo del toque de queda no oficial que hoy rige.
Sin despreciar los recursos que el Estado se vea forzado a facilitar y, mucho menos, los esfuerzos de funcionarios honestos en las instituciones, que se deben aprovechar al máximo, resulta imposible hacer unidad con las y los dirigentes del Estado corrupto e irresponsable que tenemos y las fuerzas ocultas que lo instruyen para que les sirva incondicionalmente. Dichas fuerzas confían en que los recursos solicitados, que el Pueblo pagará posteriormente, se filtrarán hacia abajo, comenzando con empresas privadas, nacionales y extranjeras, y luego, funcionarios corruptos. Se espera que algo llegue a las capas medias y a los sectores populares; pero, como siempre, será insuficiente. La riqueza seguirá acumulándose en pocas manos y la pobreza se extenderá y profundizará. Por ello, la “unidad nacional” en este momento no es factible. Para avanzar en esa dirección la clase dominante debe dar marcha atrás de inmediato: dejar sin efecto la elección del TSE; retomar el proceso democrático para elegir gobernadores departamentales; y someter a revisión de la sociedad civil el plan de recuperación económica. En ese plan, se debería priorizar el fortalecimiento del sistema de salud y la creación de puestos de trabajo, en la ciudad y en el campo. Nos acercamos a una depresión económica y el “New Deal” de Roosevelt es el mejor ejemplo de cómo salir de la crisis económica. Sin embargo, antes de llegar a ello, insto al compromiso de lograr la “unidad de la mayoría”, para la cual requerimos de figuras nacionales con autoridad moral. Arranquemos ya, por ahora en forma virtual, en tanto podemos socializar nuevamente.