Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En el año 2015, luego del aparecimiento virus del Ébola en África, Bill Gates hizo una presentación que se puede encontrar en el sitio TED, en la que habló de la necesidad de prepararse para enfrentar el próximo virus. Como que lo hubiera visto antes, dijo que mientras el Ébola era un virus con efectos tan súbitos y brutales que obligaba a la gente a meterse a la cama, vendría un virus que no causaría ese efecto inmediato y que permitiría a los contagiados viajar por el mundo. Mientras la epidemia africana quedó relativamente confinada a una región del mundo, el que preveía Bill Gates podría expandirse por todo el planeta con enorme rapidez y si no se hacía algo entonces, en ese año 2015, para mejorar los sistemas de salud y la capacidad de reacción ante una pandemia, vendría una catástrofe.

El hecho es que los sistemas de salud de muchos países del primer mundo se han mostrado incapaces para enfrentar los efectos del Coronavirus bautizado como Covid-19. Italia y España están en serios problemas porque no se dan a abasto para atender a todos los infectados y lo mismo se ha visto en otros países del mundo en los que se saturan rápidamente los centros de atención y no alcanzan ni el personal ni los recursos médicos. En Estados Unidos hay preocupación porque con todo y el sistema privado de salud ampliamente extendido, temen que no puedan atender a toda la demanda que está creciendo día a día.

Pensando en el abandono en que ha estado nuestro sistema de salud, que desde hace décadas fue desvirtuado porque se convirtió en centro de negocios (en realidad grandes trinquetes) donde cada ministro llegó a engordar su billetera compartiendo ganancias con los mismos presidentes, lo cual se tradujo en el más absoluto descuido de las funciones esenciales del Ministerio encargado no sólo de curar a los enfermos, sino de prevenir enfermedades, lo cual solo se logra mediante un eficiente sistema que aquí no existe.

Creo que en este momento el Ministerio de Salud tendría que estar siendo dirigido con un criterio más amplio que el que pueda tener un médico especializado en traumatología y que el ministro debe incorporar a su equipo de asesores no sólo a infectólogos y epidemiólogos, sino expertos en administración que sepan diseñar flujos para preparar todo la red que será necesaria en los próximos días para la atención de quienes puedan resultar contagiados.

Estamos agobiados con el efecto económico de la crisis provocada por la pandemia y mucho del debate “político” de la cuestión gira en torno a medidas para paliar ese efecto económico, pero tenemos que centrarnos ahora en dos cosas fundamentales. Contener en la medida de lo posible los contagios evitando el contacto entre las personas, parte de la prevención que siempre nos ha hecho falta, y luego qué hacer con los casos que se vayan presentando, para lo cual ya debería de haber línea directa y constante de consulta no solo con China sino con todos aquellos países que han tenido que lidiar con pacientes en medio de esas carencias que se sienten hasta en el primer mundo y que aquí pueden ser mucho mayores, para decirlo de forma elegante y nada alarmista.

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