La noticia de que las evaluaciones que se hacen a los maestros de reciente graduación, que aspiran a un puesto dentro del sistema educativo, ofrecen resultados que dejan muchísimo que desear, evidencia la crisis que existe en nuestro modelo de educación pública porque se trata de los mismos educadores que han sido formados dentro del sistema y, como era de esperar, los resultados son los mismos que se encuentran en otras ramas del ciclo diversificado, con deficiencias terribles en las materias esenciales de matemáticas y lenguaje.
Desde hace muchos años todo el sistema funciona al tipo y gusto del sindicato del magisterio que es el gran rector de la educación en el país y donde la preocupación por los niveles de enseñanza no es prioritaria porque están centrados en el tema salarial divorciado por completo de todo lo que tenga que ver con el rendimiento. Por supuesto que no es sorpresa que los maestros recién graduados tengan las mismas deficiencias que muestran los bachilleres y que fallen en las mismas materias fundantes, pero si lo tiene que ser que esas evaluaciones y exámenes no tienen ninguna importancia porque no son determinantes para decidir la asignación de plazas.
Es una realidad que el control de la educación en Guatemala no está en manos de los ministros que han pasado por la cartera sino que simple y sencillamente ellos llegan a bailar el son que les toca la dirigencia magisterial y su principal preocupación es evitar que vayan a la huelga o paros. El tema del currículum quedó en evidencia ahora que las nuevas autoridades dejaron sin efecto el que habían preparado sus antecesores calificándolo de un trabajo mal hecho, lo que confirmaría la tesis de que el Ministerio ha sido un mamarracho en el que campea el descuido más absoluto por todo lo que tenga que ver con contenidos y con lo que realmente determina la calidad de la formación que le damos a la niñez y la juventud del país.
Es necesario que se ponga atención al problema porque si estamos dejando a nuestros alumnos en manos de maestros que no tienen ni siquiera adecuados conocimientos de matemáticas y lenguaje, qué podemos esperar que les enseñen para prepararlos hacia un futuro en el que la competencia se vuelve muy fuerte por las demandas de la vida moderna que pide mejor calidad de la mano de obra.
No es un asunto que se pueda resolver de la noche a la mañana pero debiera ser el principal objetivo de las actuales autoridades que deberán centrarse los cuatro años de este gobierno en el diseño de modelos eficientes que no sean torpedeados por una dirigencia sindical que no tiene el menor interés en mejorar la calidad de la enseñanza sino que pretende mantener su base sólida simplemente con el tema salarial y de beneficios que no demanden, en absoluto, mayor entrega y sacrificio para el apostolado que es el magisterio.