Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Los ciudadanos estadounidenses están ante un año electoral que se antoja muy difícil por varios motivos que abordaré más adelante. El presidente Trump, republicano, en su afán de reelección, intentará llevar el debate hacia donde está su base sólida de votantes, es decir en el ataque a los migrantes latinoamericanos que buscan mejores oportunidades de vida en el país del norte. Por otro lado, los demócratas se encuentran en medio de una reñida contienda entre Bernie Sanders, quien se considera socialista, y Joe Biden, quien fue el vicepresidente del gobierno de Barack Obama. A diferencia de la gran mayoría de demócratas, que van desde centro izquierda hasta centro derecha en el espectro político, Sanders sí se puede considerar genuinamente de izquierda. Aclaro que ser social demócrata no hace a Sanders comunista ni “socialista del siglo XXI”. Sanders cree en la libertad económica y en una economía de mercado como generador principal de riqueza, pero con un nivel relativamente importante de intervención estatal como elemento nivelador de la renta.

Si resultara electo en las primarias demócratas el candidato Bernie Sanders, y compite por la Presidencia contra el presidente Donald Trump, serían probablemente las elecciones en las que han participado los dos candidatos con mayor radicalidad en sus posturas políticas. Este enfrentamiento, a mi parecer, va a generar una mayor radicalización y polarización en la sociedad estadounidense actual, lo que podría llevar a su fragmentación, sobre todo si el debate político se basa en atacar a los migrantes, entre otros grupos étnicos, y no en las verdaderas causas de la actual situación económica estadounidense.

Probablemente se debatirá muy poco (y muy superficialmente) sobre la “boyante” economía estadounidense. Algunos columnistas guatemaltecos también alaban, de forma muy superficial, la supuesta bonanza económica que atraviesa el país norteamericano. La realidad es distinta. Cierto que la administración de Trump redujo el desempleo en los estados, de 4.7% cuando tomó posesión al 3.6% actual (ha estado estancada en estos niveles desde inicios de 2018), es decir, una reducción del 23% en la tasa de desempleo. Obama recibió al país en medio de una recesión económica que llevó al país a tener una tasa de 10% de desempleo en octubre de 2009 y la redujo al 4.7% al entregar su mandato, es decir un 53% de reducción. Lo anterior se traduce en que la administración de Obama generó aproximadamente 15 millones de empleos, mientras que la de Trump ha generado 5 millones de empleos. Profundizando un poco más en el análisis, la proporción de empleos a tiempo completo creados para mano de obra calificada (que paga mayores salarios) es mayor en la administración de Obama que en la de Trump, principalmente en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática. La mayoría de los empleos creados durante la administración Trump son para la industria de turismo y entretenimiento, que no requieren empleados altamente calificados, y que en su mayoría son empleos a tiempo parcial.

Se prevé un año electoral muy difícil y con un creciente nivel de polarización entre los electores, sobre todo si participan en la contienda final Trump y Sanders.

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