La frase se atribuye a Sófocles allá por el año 440 antes de Cristo y ha sido repetida a lo largo de la historia. En aquellos tiempos, sin medios de comunicación, eran mensajeros los que llevaban las buenas y malas noticias y en una reacción que se ha comprobado a lo largo de la historia, muchos de los que reciben las últimas la emprenden contra el mensajero, como si lo malo fuera saber la noticia y no la existencia misma del hecho y de allí la expresión metafórica que culpa a quien comunica las malas nuevas.

Ayer se publicó por la noche en Gran Bretaña un documental sobre el uso de niños en algunos sitios de Guatemala para la recolección del café que compran dos grandes empresas, lo que ha provocado variadas reacciones. El mismo Presidente de la República terció en el tema diciendo que el documental es parte de una guerra comercial entre empresas cafetaleras que afectará a nuestro país y los productores de café han dicho que no se especifica en qué fincas ocurren los hechos y que ellos, al igual que el gobernante, mantienen una política de tolerancia cero para el trabajo infantil.

De alguna manera pareciera que lo malo es el documental y no el hecho que se documenta. Tenemos que reconocer que en Guatemala el trabajo infantil es un problema estructural, parte de las condiciones de pobreza que hay en el país, lo que hace que los niños aquí, en vez de venir con el pan bajo el brazo, vengan con el trabajo bajo el brazo porque son muchos padres los que ven en cada hijo un incremento de la mano de obra para llevar más ingresos a la subsistencia familiar. No se pude negar esa realidad que tiene probados antecedentes históricos y contra la que, como sociedad, tendríamos que trabajar con tanto ahínco como el necesario para combatir la desnutrición infantil.

En vez de pensar que el documental le hace un daño al país, la debemos ver como un recordatorio de una realidad que no podemos ocultar, pero que debemos cambiar. De hecho, tanto el Presidente como los caficultores han reaccionado diciendo que harán más estrictas las políticas para erradicar el trabajo infantil, aspiración que aún no se cumple en muchos lugares precisamente porque los niños son parte de la fuerza laboral para llevar la tortilla a la mesa.

Si nos da vergüenza que nos expongan así, trabajemos contra la pobreza extrema que afecta a tanta gente en el país. Sólo el desarrollo humano evitará que siga esa tragedia.

Redacción La Hora

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