Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

Desde hace muchos años he pensado que la democracia liberal y representativa, esa democracia que antaño denominábamos peyorativamente “democracia burguesa”, es asfixiante para el neoliberalismo. También lo son todas las disposiciones jurídicas nacionales e internacionales que protegen los derechos humanos. Vivimos una época que Boaventura de Souza Santos ha llamado “poscontractual”: el contrato social de la modernidad sustentado en la figura del ciudadano y sus libertades civiles y políticas, tiende a ser una formalidad, una suerte de fraseología que simplemente enmascara un orden crecientemente autoritario y represivo. Precisamente el orden que necesita el capitalismo neoliberal para reproducirse ampliadamente. En una entrevista reciente el prestigiado sociólogo portugués declaró francamente que el neoliberalismo era incompatible, incluso con la democracia de baja intensidad. En sí mismo, el capitalismo les ha tenido aversión a los derechos sociales, el capitalismo salvaje (neoliberalismo) se la tiene a los derechos civiles y políticos.

En esto coinciden las dos derechas que estamos viendo en este momento. La derecha neoliberal que hizo nacer el auge neoliberal y la derecha neofascista que ha hecho emerger la estampida migratoria y la crisis neoliberal. Esto es lo que estamos viendo en Bolivia, hoy un ejemplo elocuente de la actuación de las dos derechas representadas por Carlos Mesa la primera y por Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho la segunda. El terror de las derechas al Movimiento al Socialismo (MAS) es grande. A pesar del cruento golpe de Estado, Evo y su partido han resurgido y actualmente la fórmula presidencial de Luis Arce y David Cochehuanca es una alternativa viable para retomar el camino del progresismo en Bolivia. La falacia de la terminación del ciclo progresista en América Latina, tiene en Bolivia una muestra fehaciente. Las derechas tienen que unirse, allí está la abdicación de su candidatura por parte de Camacho, para poder hacer un bloque que enfrente al retorno del masismo en las elecciones de mayo próximo.

Pero al parecer esto no es suficiente. Al igual que lo hizo en 2005, el monstruo bicéfalo del neoliberalismo mexicano (PRI-PAN), con la eventual candidatura de Andrés Manuel López Obrador, en Bolivia derecha neoliberal y neofascista se han unido para impedir que Luis Arce y Evo Morales sean candidatos. La maniobra legaloide es el argumento de que tanto Arce como Evo perdieron su residencia en Bolivia al tener que salir al exilio después del golpe de Estado de noviembre de 2019… Con ello buscan impedir que Luis Arce sea el próximo Presidente de Bolivia y que Evo Morales ocupe un escaño en el Senado.

Cuando literalmente millones de personas salimos a las calles de la ciudad de México para luchar contra el desafuero de Andrés Manuel, y me vi a mí mismo ente la muchedumbre exigiendo que se respetara la democracia electoral, no dejé de pensar en la paradoja de mi existencia y la de las distintas generaciones de izquierda en el mundo. Habiendo tachado de “formal” y “burguesa” a la democracia liberal, terminamos luchando por ella. He aquí el signo de los tiempos del autoritarismo neoliberal.

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