Edgar Villanueva
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El martes pasado, el Presidente de los Estados Unidos dio su discurso del Estado de la Unión al Congreso estadounidense. Este discurso (informe) es un requerimiento establecido en la Cláusula 1, Sección 3, del Artículo II de la Constitución de Estados Unidos la cual establece que: “El Presidente dará al Congreso cada cierto tiempo un informe sobre el estado de la unión y recomendará para su consideración, las medidas que considere necesarias”. El presidente Trump, como es usual entre los mandatarios, aprovechó para presentar sus logros y delinear algunas de sus prioridades para el año en curso, haciendo un particular énfasis en la situación política de Venezuela. En esto me quisiera enfocar hoy pues es un tema que también puede ser importante para nuestro país.
A pesar de la variada temática del discurso, éste llamó más la atención por las interacciones de los protagonistas que por su contenido. El fallido estrechón de manos de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, y su posterior acción de romper el informe del Estado de la Unión en vivo y en directo, han acaparado el foco de atención desde que el discurso terminara. Sin embargo, Venezuela ha sido un tema menos discutido y creo que hay varios elementos que analizar y posteriormente proponer un rol en ese contexto para Guatemala.
El presidente Trump habló de tres temas hemisféricos, uno de ellos Venezuela. Para darle fuerza al discurso, el presidente de la Asamblea Nacional venezolana y presidente Encargado de Venezuela, Juan Guaidó estaba en el palco de visitas del hemiciclo estadounidense. Tras mencionarlo Trump en su discurso, Guaidó recibió una sonora ovación de todos los presentes, republicanos, demócratas, miembros del Ejecutivo, de la Corte Suprema, todos se pararon para aplaudirle al líder venezolano. Al día siguiente, Guaidó fue recibido con honores de Jefe de Estado en la Casa Blanca por el presidente Trump y miembros de su Gabinete.
Es claro que estas acciones son únicamente simbólicas a la luz de la situación actual en Venezuela y el control que el dictador Nicolás Maduro ejerce, pero todas las acciones simbólicas acumulan fuerza y mandan poderosos mensajes que pueden tener impacto en las relaciones entre países. A estos símbolos, debemos de agregar que existe un consenso bipartidista en EE. UU. sobre la situación de Venezuela y el deseo que Nicolás Maduro ceda el poder de la manera más democrática posible. Si el presidente Trump se reelige, lo que por el momento parece algo que sucederá en noviembre, considero que se abre la puerta para que EE. UU. y sus aliados tomen acciones (no necesariamente militares) concretas para motivar cambios en Venezuela.
En ese contexto, Guatemala puede jugar un papel positivo pues el presidente Giammattei ya ha decidido su posición sobre Venezuela. Asimismo, tiene a su alcance algunas cajas de resonancia, como la OEA, para mantener el tema en discusión e integrarse al coro de naciones que piden una democracia abierta en Venezuela. Tomar esta batuta podría fortalecer su liderazgo en el contexto hemisférico.