Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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Es jueves, en la carretera Interamericana tomo una camioneta que va a San Marcos; me subo en Patzicía y ya va bastante llena, la mayoría que abordamos no consiguieron lugar para sentarse y se van parados; logro conseguir lugar en la orilla de un asiento hasta atrás, voy al lado de una mujer de aproximadamente cuarenta años (si mucho), en la ventanilla va un hombre que parece de la misma edad o generación de ella. El hombre lleva un brazalete con palabras en inglés y carga una mochila con tela militar camuflada, de esa de estilo cuque gringo. Ella lleva un costal de malla roja, que tiene una tarjeta escrita también en inglés; leo el brazalete y la tarjeta del costal, con eso me doy cuenta que se trata de deportada y deportado; entonces veo hacia arriba, las dos paqueteras ubicadas una en cada lado, están llenas de mochilas y costales del mismo tipo; toda la camioneta va llena de guatemaltecas, guatemaltecos, que unas horas antes habían ingresado al país, luego de haber sido deportadas y deportados de Estados Unidos.

Hay hombres y mujeres de todas las edades, desde jóvenes a personas mayores, aunque tengo que decir que en su mayoría son jóvenes, como de veinticinco años máximo. En el costal de malla llevan un par de ropas, un libro y otras prendas. Por sus rasgos parecen ser mayas. La camioneta hace una parada que regularmente no suelen hacer, antes de llegar a Tecpán se detiene en una gasolinera y mientras echa gasolina muchas y muchos bajan para ir al baño o comprar algo de beber. Después de unos minutos el piloto se vuele a subir a la camioneta, arranca y pregunta antes de irse si todas y todos quienes bajaron se han vuelto a subir, contestan varias voces que sí, que ya se subieron todas, todos y podemos irnos. Esta es la solidaridad, de una camioneta que quienes la manejan proceden o son originarios de las tierras a donde regresan quienes decidieron soñar la pesadilla americana, por la que se endeudaron o por la que vendieron lo poco que tenían, para soñar en grande, para ganar “más”, más de lo que se puede ganar acá en donde los salarios son de miseria y en lugar de vivir sobrevivimos, día a día.

Llegamos a cuatro caminos y empiezan a bajar las primeras y los primeros. El ayudante de la camioneta les agrupa y les lleva a trasbordar otra camioneta, esta va a Huehuetenango; al bajarse este grupo se despide de quienes fueron en los últimos meses sus acompañantes de celda, o de prisión compartida en Estados Unidos, a donde algunas y algunos lograron llegar y estar por un tiempo, y en caso de otras al momento de pasar las fronteras fueron detenidas o detenidos.

En Xela se baja otro par, el resto sigue para San Marcos. Un joven al llegar a Xela se sobresalta, viene bebiendo según vi desde que me subí, es inevitable sentir impotencia y bastante indignación.

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