Alfonso Mata

Nuestro político, siempre que se le acusa de mal hecho en cosa pública, vocifera contra su acusador clamando que “politizan o judicialización de la justicia” su caso, para hacer olvidar a los demás que lo atraparon con las manos en la masa y ese grito luego lo disuelve en actos de traición Pública. Un ejemplo: decirle adiós a la CICIG. Otro, apoyar las locuras del presidente de otra latitud. Un último, poner un chivo expiatorio; declarar a algunos diputados traidores al partido, cuando ya todo estaba arreglado que así sucediera. Esas formas de actuar, establecen un muro de inmunidad, para permitir al culpable o culpables salir airosos. Y en todo eso, si el jefe no logra algo, es culpa del subordinado, mejor del extranjero y mejor de un enemigo de mis ideas, deseos y pasiones.

La estrategia de victimización política es cosa vieja en nuestra nación; en particular es efectivísima cuando se construye sobre la emoción del momento “qué desgracia, la llovedera destruyó el tramo de carretera que tan bien habíamos construido y que tanto tiempo y dinero costó”. Y así se cumple aquello de que, la indignación no tiene memoria o la pierde, ante las circunstancias del momento.

Pero cada cuatro años sucede todavía algo peor: el regreso o permanencia de verdaderas alhajas que no quitan los ojos de la política como medio de enriquecerse. No importa que diga la gente u opine la prensa, y los argumentos son: con esto es lo único con que contamos. Y así, período presidencial tras otro, arropa a verdaderos gánster políticos y las buenas opiniones e intenciones y deseos se quedan suspendidas, sin aterrizar, pues esas figuras se empoderan y colocan en puestos clave de toma de decisiones para la nación, muchos de ellos con investigaciones o condenas judiciales que pesan sobre sus espaldas marcadas por toda una serie de anomalías perpetuadas. Se pide una y otra vez ¡Denúncielos! y los medios publican cientos de investigación al respecto, sin que nada suceda, ya que la maquinaria de justicia, también les pertenece y absuelve a los malos. Ante ello, sólo queda cruz calavera o camposanto al que denuncia.

Es loable el esfuerzo de querer abrir un camino más adecuado para la democracia, pero mi pregunta y duda es si eso se puede lograr con un software político que ha caído en manos de verdaderos hackeros, que lo hacen correr a su antojo, placer y beneficio.

Estamos pues inmersos dentro de un alfaque que nos lanza mar adentro de un caos, sin visualizar solución, y cada día que pasa, sin señales de que mermen las corrientes del mal que las nutre. Lo que sucede es que esas corrientes de mal, absorben lentamente competidores potenciales con la excepción de los eternamente elegidos. Así que no tenemos certeza alguna, de haber escapado del trueno para caer en el relámpago, pues el espacio para caer en democracia está cerrado y bajo llave que llevan colgada al cuello los mismos. Con amos así, no hay pueblo que no esté al borde de la sepultura.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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