Francisco Cáceres Barrios
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Seguramente que cuando el estimado lector esté leyendo este comentario ya se habrá celebrado la sesión solemne del Congreso por la que Jimmy Morales habrá entregado la Presidencia de la República a su sucesor Alejandro Giammattei, por lo que habrá perdido su inmunidad y por consiguiente habrá empezado el tan temido temblor de canillas, salvo que el salvoconducto de irse corriendo al inútil Parlacen, para ocupar su regalado cargo de diputado, le esté permitiendo cínicamente ocuparse en asuntos relativos a la integración centroamericana y no en las posibles demandas judiciales por los delitos por los que ha sido señalado en los últimos cuatro años. ¿Qué opina el lector, será verdad eso de que quien la hace la paga?
Si mi memoria no me falla, a lo largo de mi vida solo he podido ver diez veces el cambio alternativo de la banda presidencial del doctor Juan José Arévalo a Jacobo Árbenz (1951); de Julio César Méndez a Carlos Arana (1970); a Kjell Laugerud (1974); a Romeo Lucas (1978); de Vinicio Cerezo a Jorge Serrano (1991); de Álvaro Arzú a Alfonso Portillo (2000); a Berger (2004); a Colom (2008); a Pérez Molina (2012) y hoy de Jimmy Morales a Alejandro Giammattei (2020) pero jamás con tanta algarabía popular como esta última vez y no es para menos, pues hasta en los últimos días de su mandato, queriendo hacer valer aquel refrán que dice: “El que mucho habla mucho yerra” y motivado por la dura crítica de la que ha sido objeto por su notoria y manifiesta incapacidad, se puso a despotricar términos a todas luces abusivos, como el de provocar a un reportero del Diario La Hora para demostrar ser “machito”.
Por una alusión personal en lo dicho también por el presidente Morales en su desafortunada intervención en la misma ocasión antes citada, aprovecho para ilustrarle que como columnista del Diario La Hora nunca he necesitado usar ningún disfraz para escribir desde hace muchos años mis comentarios, puesto que ser político en el estricto sentido del término, es quien interviene de cualquier forma en asuntos del Estado, de la comunidad o del municipio en donde vive, realizando actividades de diverso tipo incluso, en actividades de comunicación, relaciones públicas o de periodismo propiamente dicho. Es oportuno aclarar entonces que el político no necesariamente solo es aquel que milita en una organización política (partido), porque esté vinculado con la administración pública o que aspire o pretenda ocupar un cargo público. Con tan pobre criterio, ¿adónde iríamos a parar entonces si fuera baldón ser periodista o comunicador social quien quisiera aspirar a ocupar un cargo de elección popular?
Finalmente, la ausencia de buen raciocinio, de valores y principios del ahora exmandatario quedaron una vez más demostrados al sustentar argumentos o suposiciones sobre la limpia tradición del Diario La Hora, con lo escrito en una novela llena de ficción, por muy laureado que antes haya sido su autor.