En alguno de los debates de la Constituyente de 1945, cuando se discutía sobre el voto de los analfabetos, algunos diputados se oponían porque dar ese derecho a los “ignorantes” abriría el espacio para nuevas dictaduras y Clemente Marroquín Rojas, defendiendo el derecho que tenían todos los ciudadanos al sufragio, decía no sólo que era injusto que tras mantenerlos en la ignorancia se les privara de sus derechos ciudadanos, sino que históricamente las dictaduras en nuestro país son producto de las élites ilustradas que con sus halagos se convierten en la rosca de los gobernantes.
Muchos años de experiencia demuestran que hasta los que llegan con mejores intenciones terminan cayendo en las redes de los aduladores y por ello es que estoy absolutamente convencido de que el verdadero opio de los presidentes es la adulación que los convierte en marionetas de aquellos chaqueteros que amanecen elogiándolos y terminan el día felicitándolos por sus maravillosas actuaciones cotidianas. Ellos se encargan de que su voz sea la única que atiende el gobernante porque es melosa y agradable a los oídos vanidosos de quienes se sienten tan bien oyendo que se les ensalza día y noche.
Cuando de pronto se produce una crítica, una voz disonante que dice la verdad que no resulta tan agradable a los oídos del Presidente, sus amigos le advierten que se trata de un “peligroso enemigo” al que hay que marginar y, de ser el caso, castigar como corresponde. “¿Cómo puede ser que alguien dude de su capacidad, de su honestidad, de lo vertical de sus principios, Señor Presidente?”. De esas frases está lleno el glosario de la Presidencia de nuestra triste y estancada República porque son las mismas que aseguran el poder de esa rosca de aduladores, a los que la Patria les importa un pepino porque saben que el poder es para sacarle raja y que mientras mantengan embrutecido y drogado al gobernante con el opio de la adulación, pueden hacer micos y pericos.
Giammattei tomará hoy posesión entrando a ese sitio embrujado que es la Casa Presidencial, capaz de producir las más asquerosas metamorfosis. Ya ha probado, desde que era candidato y como Presidente electo, las mieles de la adulación y ya ha sentido la poderosa adicción que generan esas frases melosas que hacen a cualquiera inflar el pecho y que se convierten en coraza para aislarlo de la realidad y para impedir que oiga a cualquiera que le trate de comunicar la verdad.
Cuentan cómo el presidente Callejas, de Honduras, manipulaba a Serrano Elías saludándolo cada vez que se veían cuadrándose para referirse a él como “el Capitán General de las Provincias del Centro de América”, lo que hacía que uno se inflara de poder fatuo, mientras el otro allanaba el camino a sus propios intereses.
Y ese será el pan de cada día de Alejandro Giammattei a partir de hoy. Verá una brutal competencia para ver quién le echa las mejores flores y los mayores elogios, asfaltando así el camino para mantenerse en la rosca.
Entender los vericuetos del poder y los vicios que anulan las virtudes humanas de los gobernantes es clave para librarse del embrutecimiento causado por ese opio que adormece conciencias y aniquila voluntades.