Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El 16 de abril del año 2015 los guatemaltecos escuchamos por vez primera la detallada, serena y fundada explicación que dio Iván Velásquez del Caso La Línea y desde entonces cada poco tiempo comparecía nuevamente, junto a la Fiscal General, para presentar nuevos casos sin aspavientos ni alardes, sino simplemente haciendo una completa relación de los hechos y de los elementos probatorios que fueron acumulando en cada una de las investigaciones realizadas, por primera vez en la historia del país, en forma científica y abrumadora. Nunca mostraron emociones personales en las exposiciones e hicieron gala de extraordinario profesionalismo.

Pues de la misma manera se pronunció ayer don Iván por medio de Twitter para explicar cómo se acabó de una vez por todas con el tema del financiamiento electoral ilícito que es, en verdad verdadera, el pecado original y pecado mortal de la democracia guatemalteca. Se refiere no sólo al Regalo de Navidad que fue la última resolución de la Corte de Constitucionalidad al impedir que ese crimen sea investigado, como todos los crímenes, por la entidad que tiene el monopolio de la acción penal, sino, además detalló cómo se orquestó toda la campaña en contra de la lucha contra la corrupción a partir de las investigaciones que se hicieron sobre ese tema, lo que permitió demostrar que todo gira alrededor de esos malos manejos que se originan en la forma en que los candidatos presidenciales venden, literalmente, su alma al diablo para ganar la elección y quedan comprometidos con quienes, usando dinero del crimen organizado, de la corrupción y hasta “dinero bien habido” se aseguran el control absoluto de las funciones del Estado, al punto de que el mismo quedó totalmente desvirtuado porque cayó presa de una cooptación que finalmente deriva en la captura absoluta de un Estado que se pone al servicio de intereses espurios.

Guatemala se había puesto a la vanguardia en la legislación relativa al financiamiento electoral pero todo ello se vino abajo cuando se aplicó correctamente la ley y fueron investigados, por primera vez en la historia, nada más y nada menos que los dueños del país. Algunos dicen que el “error” de la CICIG fue haber investigado al Presidente Jimmy Morales, pero no hay tales. Morales pudo correr la misma suerte que Pérez Molina porque al fin y al cabo son sirvientes del gran poder y por lo tanto desechables. En todo caso, el “error” de la CICIG fue llegar a la raíz del problema y evidenciar la podredumbre del sistema. Se podía investigar el dinero del narco en la política y hasta el de los contratistas y proveedores, pero lo que rebasó todo límite de tolerancia fue el caso por el que poderosos empresarios expresaron su arrepentimiento antes de, como dicen don Iván, arrepentirse de haberse arrepentido.

El cabildeo a Washington y la instrumentalización que se hizo del payaso gobernante es producto de ese “error” porque la CICIG no entendió que en este país hay límites y que existen intocables con los que no se puede meter nadie. Morales y su tropa loca pudieron terminar en el Zavala sin que la élite se despeinara, pero señalarlos a ellos rebalsó el vaso y marcó el fin de todo el esfuerzo.

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