Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Una dificultad a sortear para gobernarnos como debe ser, es definir quién es el guatemalteco. Somos una nación en que convive el indígena, el ladino y el extranjero naturalizado o no. Figuras que constantemente nos desangramos en todo sentido y vivimos con pocas influencias comunes. Trabajamos, nos reproducimos y divertimos, no en medio de bonanza alguna, sino de enfrentamientos e intolerancias, sin algo en común que nos sostenga. Quizá en un orden de parentesco, nos llamaríamos primos de tercer grado, sin que nos preocupe el bien común, aun con nuestros propios hermanos de grupo.

La mayoría de nuestro primer grupo vive y se perpetua en el cuadrilátero nacional que llamamos altiplano, medio de predominio rural, en el cual, con poca suerte y número, asentó sus reales no más que para explotar todo a su paso, la civilización occidental, y, por lo tanto, no es raro que mucha gente salga de ahí para ser absorbidos por el mundo exterior a donde se van. Es pues de por sí, un grupo dividido en muchos sentidos e intereses de sus miembros.

El segundo grupo, señalan los censos, es el mayor. Pernocta y vive en las urbes, la mayoría luchando y alejándose de su cultura y tradición indígena y con la vista puesta en el ascenso hacia la cúspide social y económica, guardada por el tercer grupo. En este grupo nos topamos también, con diversidad de hábitos, costumbres y ambiciones, admiradores en su mayoría de una sociedad de consumo.

El tercer grupo es el menos numeroso, pero el que más disfruta de bienes y se encuentra afianzado en la cultura y pensamiento occidental de hace centurias tropicalizado, que choca con el moderno, cuajado de un individualismo a ultranza, sediento de poder de toda naturaleza y con una expresión consciente de evitar al contagio en varios aspectos de su vida y pensamiento del de las otras clases. Son amos y señores de gobierno, gobernanza, la política, el comercio, los medios de producción.

De tal manera que podemos decir que cada uno de esos grupos, vive en lo social, en lo religioso, incluso en lo espiritual y ambiental a distintos ritmos, contenidos y visiones; necesidades, pensamientos y afectos. Por tanto, la figura, la visión del que llamamos guatemalteco, no es una sino varias personalidades de carácter variado, indiferenciado entre sus grupos, que manifiesta un modo de pensar, una influencia y comportamiento moral histórico y vivencial, que nos hace difícil establecer rutas políticas, sociales y ambientales de encuentro y camino hacia el bien común, pues nuestros contactos de interés y nuestra visión de lo que queremos y hacia dónde queremos ir son igualmente diferentes.

Dentro de ese análisis demográfico-social, quizá el único problema que cruza y tenemos en común es el machismo, pero diferencial en cuanto sus impactos y adversidades. Al igual nos sucede con la violencia, desigualdad y la contaminación etc. Una fragmentación absoluta que no permite englobar el término guatemalteco, pues cada grupo reclama más luz a expensas de la oscuridad del otro y los otros.

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