Con toda pompa y supuesto desprendimiento, la fiscal general Consuelo Porras anunció que cuando ella deje el puesto dejará que sea el Ministerio de Gobernación quien se encargue de su seguridad porque no va a castigar al Ministerio Público con erogaciones que, según ella, no le corresponden. Hay que señalar, de entrada, que doña Consuelo puede estar tranquila porque con su actitud de eterna vigilancia no va a hacerse de enemigos y los más poderosos y peligrosos criminales, que no son sólo los pandilleros o los del narco, lejos de hacerle algo la van a terminar protegiendo en gesto de agradecimiento por la forma en que desmontó todo lo que se había avanzado en la lucha contra la impunidad.
Aquellos fiscales que se dedicaron en cuerpo y alma a investigar los casos para presentar sólidos procesos en una gran diversidad de temas, sacando al Ministerio Público de su histórico y conveniente letargo, son los que ahora con la nueva política anunciada por la Fiscal General se dan cuenta que la compensación que les espera por tanto esfuerzo es la de la desprotección porque ya no contarán con los medios de la institución para darles resguardo.
Pero lo que tenemos que entender es que ese anuncio no es casual ni producto simplemente de la forma en que Consuelo Porras detesta a su antecesora Thelma Aldana. Ese anuncio es algo bien meditado porque como todavía quedan varios fiscales que sienten el deber y la obligación de avanzar con peligrosas investigaciones, es necesario desestimularlos mediante la advertencia de que no podrán contar con ninguna medida de protección. Cualquiera pensaría que simplemente fue un exabrupto lo que declaró la jefa del Ministerio Público, pero viendo el contexto de lo que está pasando en la institución y de lo que ha ocurrido desde que ella asumió el mando por decisión del presidente Morales, se tiene que comprender con absoluta claridad que aquí hay un mensaje claramente enviado a los que siguen en la línea anterior. “Si quieren seguir metiéndose con los intocables, es cosa de ustedes porque no tendrán ninguna protección cuando dejen los cargos.”
En cualquier lugar del mundo las instituciones se encargan de brindar protección y seguridad a quienes investigaron a poderosos delincuentes. Y mientras más poderosos esos delincuentes que fueron objeto de las investigaciones, mayor la necesidad de blindarlos, especialmente si resulta que, por las mismas fallas del sistema de justicia y componendas propias de los regímenes de impunidad, terminan en libertad y a sus anchas para ejecutar sus venganzas.
Nunca en la historia del país se había producido una investigación que evidenciara hasta dónde está podrido nuestro sistema y la forma en que el Estado ha sido capturado para evitar el cumplimiento de sus fines. No se trata de un asunto de menor importancia o relevancia, sino es el principal asunto de la vida nacional que fue destapado por la labor valiente y comprometida de fiscales que no se arrugaron frente al poder del adversario que ha manifestado y demostrado que no se quedará de brazos cruzados porque tiene la determinación de vengarse. Como alguna vez dijo la Baldetti, la corrupción es un monstruo de mil cabezas, pero le faltó decir que también tiene mil armas.