Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En ese renacer de la supremacía blanca que está ocurriendo en Estados Unidos bajo el poderoso influjo de la misma Casa Blanca, la idea de un blanco supeditado a un negro es totalmente inaceptable y por ello se tiene que entender a cabalidad el mensaje que envió la semana pasada, en uno de sus actos de campaña, el presidente Trump cuando hablando de Biden dijo, literalmente, “He was only a good vice president because he understood how to Kiss Barack Obama’s ass”, es decir que sólo fue un buen vicepresidente porque entendió cómo besarle el culo a Barack Obama.

Y por supuesto que su base en Minneapolis, donde se realizó ese mitin, estalló en aplausos por el tremendo significado racista que tenía la expresión que implica tanto para esa reconfigurada expresión política de los que están convencidos de la supremacía blanca y que, por ello, están transformando la esencia misma de lo que es y ha sido Estados Unidos como un crisol de razas y culturas, producto de una impresionante migración proveniente de todos los rincones del planeta. Hoy en día la figura del muro, que finalmente terminó pagando de alguna manera México gracias al sometimiento de López Obrador ante la política de la Casa Blanca, está íntimamente ligada con esa perversa ideología racista y por ello es que la contención que se dispone es específicamente para los migrantes mestizos de origen latinoamericano a quienes, como al negro, se les ve con profundo desprecio por el color de su piel.

En Estados Unidos ha sido una tradición, rota burda y brutalmente en este período, que el respeto a las instituciones se traslada al respeto a quienes han sido representantes de alguna de esas instituciones. Nunca se escuchó a un Presidente despotricar en contra de sus predecesores y ni siquiera Reagan, quien atacó en campaña tan duramente a Jimmy Carter (ese sí Jimmy), la emprendió en su contra una vez investido como mandatario. Hasta Nixon que tenía un enorme y profundo resentimiento contra John Kennedy, se cuidó siempre de guardar esa tradición de respeto a quienes han sido Presidentes, aunque haya diferencias profundas en el plano ideológico y hasta personal.

Pero las buenas costumbres en Estados Unidos están desapareciendo con el resurgir de esa ideología supremacista que no puede concretarse sin hacer público y sonoro el desprecio a los que no son blancos. Y el hecho de que la Casa Blanca haya sido ocupada por un hombre de color se vuelve insoportable y de allí esa obsesión que tiene el Presidente actual en contra de su predecesor, al punto de que ha centrado más su gestión en tratar de destruir el legado de Obama que en construir el suyo propio con base en actos y políticas que puedan competir hacia la posteridad con lo que se hizo en el período anterior.

Y la reacción de la masa que le sigue cuando pinta de esa forma el papel de Biden con Obama era de esperar. Lo peor es que hasta lo aplaude el mismo Mike Pence quien siempre que aparece junto a Trump lo ve con ojos de una profunda admiración y respeto, como dando a entender que para el criterio de Trump, él si quiere ser un buen Vicepresidente.

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