Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hace 198 años Guatemala adquirió su soberanía al declarar su Independencia de España en un proceso que tiene su origen no en las ansias de libertad de un pueblo, como ocurrió en otras latitudes, sino en la necesidad de liberarse de pago de tributos a la metrópoli y se hizo apresuradamente para impedir que el pueblo realizara la Independencia por propia mano y sin el control de la élite. Por ello no puede tomar a nadie de sorpresa el manoseo que del concepto de soberanía se hace en nuestro país porque se trata de un término que ha sido utilizado mañosamente a lo largo de nuestra historia.

El caso más patético, sin embargo, se ha dado en los últimos cuatro años bajo el gobierno de Morales porque no se les ocurrió otro pretexto para acabar con la lucha contra la corrupción y la impunidad que el de alegar que el mismo era dirigido por una Comisión internacional. Nada importó que la Comisión haya sido solicitada, con las formalidades de ley, por los mismos guatemaltecos ni, mucho menos, el hecho de que nosotros mismos fuimos incapaces de atacar un vicio tan profundo y arraigado que extendió sus tentáculos por la misma sociedad que fue asimilando como normal esa forma de utilizar el poder para un complejo entramado de tráfico de influencias, que permitía hacer negocios desde el capo del narcotráfico hasta al más encopetado de nuestros empresarios gracias a la captura que del Estado se fue haciendo por la vía del financiamiento electoral.

Y digo que se manosea el término de soberanía porque habiendo sido Estados Unidos uno de los puntales en la cooperación internacional hacia la CICIG, se diseñó con toda precisión una estrategia que significaba poner el país de alfombra a Donald Trump a cambio de que Washington dejara de apoyar a la CICIG y a la lucha contra la corrupción. Tras el anuncio del traslado de la Embajada de Guatemala en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, en evidente acto de lambisconería hacia el Presidente de los Estados Unidos, la arremetida contra la Comisión internacional no se hizo tan difícil por la complacencia que la potencia mundial mostró hacia las tácticas de Morales y su equipo.

En nombre de la defensa de la soberanía, ésta fue sacrificada totalmente, al punto de que se dispuso que nuestro país fuera el conejillo de indias para el desarrollo de la política contra los migrantes centroamericanos que obsesiona al Presidente norteamericano. Fue patético escuchar a la Canciller afirmando que a los guatemaltecos en los centros de detención y de separación familiar en la frontera “se les trata bien”, justo cuando llegaban las imágenes del maltrato y se conocían las noticias de la muerte de niños guatemaltecos que sufrieron el abandono y desprecio a su dignidad humana.

Los desfiles de estos días suenan y se ven más vacíos que nunca, puesto que no sólo se festeja una fiesta de origen espurio, sino que se hace en momentos en los que el manoseo de la soberanía rebasa cualquier mañosa actitud del pasado, incluyendo la socorrida declaración de Independencia. Y se hace burdamente, a la vista de todos y sin que la mayoría se indigne por esa burla al entrañable concepto de una Nación Soberana.

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