Arlena Cifuentes
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Dos son los temas que llaman mi atención en la actual coyuntura, fuera del cúmulo de necesidades latentes sin respuesta estatal y no por ello menos importantes. Lo sucedido en el Estor el lunes de la semana pasada que evidencia la debilidad en materia de seguridad y los acuerdos suscritos con Estados Unidos por el actual Gobierno que nos convierten en un “tercer país seguro”, los cuales aún desconocemos. Este último ha desaparecido de la discusión, tanto en los medios de comunicación como en redes sociales. Así somos los guatemaltecos, fácilmente olvidamos o seguramente hablamos de un tema determinado porque está de moda sin tener un genuino interés por la problemática que diariamente rebasa nuestra capacidad de comprensión y por ello no podemos ir más allá de la protesta virtual.

Tanto el uno como el otro están bastante relacionados, ya que mientras se pretende convertirnos en un país seguro -con varita mágica- los hechos ocurridos en el Estor terminan de poner al desnudo nuestras deficiencias; en este caso, en el tema de seguridad nacional, a lo cual se suman el resto de limitaciones que impiden agradar y complacer a Mr. Trump. Sería nefasto para el país seguir alimentando el juego trompista ante la incapacidad del Estado por garantizar la seguridad del pueblo, demostrada en esta oportunidad de manera grotesca. La presencia de grupos guerrilleros cuya gesta y desarrollo es consecuencia de la permisividad de los diferentes gobiernos no puede continuar pasando desapercibida. Seguramente estos grupos no se ubican únicamente en el área de Petén, sino que están muy bien establecidos en diferentes zonas geográficas del país.

La falta de legitimidad del Estado provoca la conformación de grupos guerrilleros que actúan al margen de la ley, ante el abandono de grandes mayorías de población cuyas necesidades básicas continúan siendo desatendidas. Sin oportunidades de empleo, ni acceso a la salud y a la educación. El descuido de territorios con ausencia total de presencia de las fuerzas de seguridad facilita la organización de estos grupos.
Lo anterior es el caldo de cultivo que incentiva y provoca una reorganización en estas comunidades y su incursión alrededor del narcotráfico. Las plantaciones de marihuana se constituyen, como es lógico suponer, en una forma de sobrevivencia, entrando en el juego de la narcoactividad asumiendo así un papel de redistribución a través de alianzas fundamentadas sobre lealtades e intereses compartidos.

Hay que preguntarse ¿por qué la ausencia de las fuerzas de seguridad tanto en esta zona como en el sur del país? ¿Por qué enviar a un número tan reducido de soldados? Cuando se tiene la certeza de que son áreas en donde opera el narcotráfico. Por otra parte, es inexplicable que teniendo conocimiento el Gobierno de la presencia en la zona del exguerrillero César Montes se le permita actuar con toda libertad. Nadie sabe a ciencia cierta que sucedió en El Estor en donde fallecieron tres miembros del Ejército que pareciera sirvieron de carne de cañón. Varias preguntas quedan sin respuesta ¿Qué hay detrás de lo sucedido cuando al mismo tiempo se sucedían otros hechos en el Sur del país sin presencia de las fuerzas de seguridad? La muerte de uno de los dos presuntos responsables del ataque del día lunes es inexplicable.

Ante este panorama nefasto imaginemos que pasaría si nos ganamos el honroso título de “Tercer País Seguro”, con el cual nos quiere distinguir Mr. Trump. Lo sucedido en el Estor la semana pasada, los hechos ocurridos ayer en la Laguna del Tigre no son más que una muestra tangible de la incapacidad del Estado en garantizar la seguridad de los guatemaltecos.

Aplaudo la decisión tomada por el Presidente electo de negarse a reconocer e implementar los acuerdos suscritos entre los representantes de Guatemala y Estados Unidos.

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