Sandra Xinico Batz
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Desde que fuimos invadidos la violencia ha sido una constante en nuestra historia. Los europeos quienes no se consideraban “bárbaros” así mismos sino “civilizados”, habían impuesto en sus territorios muchas creencias y prácticas a través de la violencia extrema, como lo hicieron durante la inquisición para imponer el cristianismo y como lo vinieron a replicar o incrementar en América y África. Provocar con la violencia terror, pánico, miedo, es una estrategia de dominación; el amo se impone a la fuerza.
La desigualdad, el racismo, el machismo son formas de violencia. El ciclo de empobrecimiento genera más violencia para que sea imparable, para que socialmente sea legitimado, para matarnos entre pobres, para odiar a las mujeres, para despreciar a los indios. El Estado recurre siempre a la violencia para someter y para defender los intereses de los ricos. La corrupción también violenta.
El capitalismo violenta todas las formas de vida para imponerse. La violencia se vuelve una cotidianidad. Niños golpean a niño de cinco años hasta desprenderle un riñón provocándole la muerte; adolescente de 13 años le dispara en la cabeza a una adolescente de 16 y al ser detenido encuentran entre sus útiles una granada; en San Marcos 133 adolescentes de 14 años están embarazadas producto de violaciones sexuales provocadas por maestros y familiares.
La forma miserable con que el Estado trata a las mayorías de este país es violencia. Mientras decenas de personas son asesinadas por la violencia que genera el empobrecimiento, mientras decenas de niñas, niños mueren de hambre lo cual es también violencia, el Congreso de la República gasta 4.8 millones de quetzales en bonos para los diputados, de los que el Presidente del Congreso recibió (en concepto de Bono 14) la cantidad de Q61 mil. ¿Acaso esto no es violencia si se trata de un país donde la mayoría es extremadamente pobre?
Y la violencia seguirá generando más pobreza, que se expresa también en la incapacidad de reconocer: que estamos siendo sometidos, que nada mejorará mientras queramos ser aceptados por este sistema de ladrones y asesinos, que le seguimos creyendo al amo que él puede liberarnos, que aún no somos realmente libres.
Nos toman por ingenuos, los bosques se talan para su “protección” nos dice el Estado, expertos en robar y despojar. El estilo de “vida” que impulsa el capitalismo requiere matar todo lo que se interponga para obtenerlo. A este estilo de vida le llaman desarrollo. A los pueblos originarios los siguen exterminando en todo el mundo por proteger la vida y ser guardianes del entorno, esto los hace enemigos del capitalismo y el racismo es funcional para quitarlos del camino. ¡Vaya que estos son los pueblos bárbaros! ¡Vaya que nos salvaron del paganismo para imponernos el infierno en la tierra! ¡Vaya civilización de civilizados que todo lo destruyen!
Nos están llevando a la destrucción y lo menos que podemos hacer es seguir luchando. Nuestra rabia no es odio sino indignación y organización para que ya no nos sigan robando y matando ni hoy ni mañana.