Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

Luego de que el presidente Donald Trump anunció ante las cámaras de televisión en una conferencia de prensa que él es el “escogido”, cobró actualidad la prédica que vienen haciendo los protestantes que rodean a los poderosos en el sentido de que a cierta gente que Dios escoge para gobernar a sus pueblos se les permite cualquier tipo de comportamiento y hasta graves pecados. Citan como ejemplo el caso del Rey David y Betsabé, la bella cortesana a quien tras verla un día bañándose el monarca se propuso y logró conquistar no obstante que era la mujer de Urías, uno de sus oficiales a quien se despachó enviándolo al frente de sus tropas a una muerte segura.

Y es que poderosos grupos evangélicos en el mundo se han dado a la tarea de engatusar a los gobernantes y a la gente poderosa alrededor vendiéndoles la idea de que ellos están donde están porque han sido los escogidos por Dios y que el Supremo Hacedor les permitirá cualquier barrabasada siempre y cuando sigan las instrucciones de los pastores y religiosos que tienen claramente definida su agenda política. Los desayunos de oración que proliferan alrededor del mundo son algo así como el acto de graduación en el que se reafirma una vez al año la preeminencia que tienen esos grupos religiosos de radicales pensamientos en lo que acontece en el mundo.

Un gobernante puede ser mujeriego, ladrón y asesino sin que nada de ello importe para caer en desgracia ante los ojos de quienes dicen hablar en nombre de Dios. No es nuevo, desde luego, ver a esa clase de gente en actos religiosos dándose golpes de pecho y rasgándose vestiduras, pero la forma en que ahora lo hacen, presentándose no sólo ante los fieles de una iglesia sino ante el mundo entero como devotos seguidores de Dios, es realmente una afrenta porque allí sí, más que en cualquier otra cosa, están tocando a Dios con las manos sucias.

Todo se refiere finalmente al restablecimiento de las viejas tesis teocráticas que van por completo en contra de cualquier concepto democrático porque sostienen que el poder no lo delega el pueblo sino que simplemente Dios es quien escoge a sus elegidos para que gobiernen a los pueblos. La teocracia fue abandonada prácticamente por todas las sociedades del mundo precisamente por las implicaciones que siempre tuvo en el abuso del poder por esa invocación de que era el mismísimo Dios, quien estaba haciendo su voluntad expresada a través de las arbitrariedades de déspotas carentes de ética y moral.

Pero el poder oculto del mal no se resignó tranquilamente a verse desplazado y supo encontrar nuevas rutas para retomar la hegemonía apelando a los sentimientos religiosos. Los verdaderos titiriteros de esta situación no tienen interés en lo que ocupa y preocupa a los pueblos, sino únicamente en incrementar cada vez más su poder e influencia sobre individuos ávidos de perdón por su propia calaña.

Y hasta que venga otro Justo Rufino, seguiremos viendo esas payasadas teocráticas que encubren la podredumbre y la perdición.

Artículo anteriorNi chicha ni limonada
Artículo siguienteNubarrones económicos