La migración de guatemaltecos es un serio problema para Estados Unidos pero también lo es para nuestro país donde quedan familias fragmentadas por aquellos que, por necesidad de subsistencia, tienen que emprender la peligrosa y difícil travesía que les lleva al norte en busca de un empleo cuya remuneración les permita enviar la remesa a sus parientes tan dolidos por la ausencia del ser querido.

Guatemala, como Estado y como Sociedad, tiene que trabajar para contener la migración, ya no para quedar bien con Donald Trump y ayudarlo en su campaña de reelección, sino por elemental sentido de humanidad. Y la respuesta está en que se ejecuten políticas públicas que apunten al desarrollo humano y a mejorar las condiciones de vida de esos millones de guatemaltecos que languidecen en la pobreza y no tienen otra disyuntiva que la de emprender el viaje tras un avorazado Coyote o sumarse a alguna de las pandillas que se convierten en la única esperanza para muchos de nuestros jóvenes.

Una política contra la migración irregular es indispensable y urgente, pero no mediante la construcción de muros que simplemente condenen a morir atrapada en la pobreza a nuestra gente, sino a través de la construcción de oportunidades que se orienten al respeto y la promoción de la dignidad esencial de todos nuestros compatriotas.

Guatemala no solo alienta la migración con su descuido al bien común, sino que se beneficia de ella al punto de que el monto de las remesas supera al de cualquier producto de exportación. La economía nacional no ha colapsado porque el consumo se mantiene gracias a ese esfuerzo desgarrador de tanto migrante que envía su dinero a los familiares que lo tienen que usar en la compra de los artículos de subsistencia, inyectando diariamente millonarias cantidades en la economía del país. Y así es muy cómodo para cierta gente prosperar, puesto que no tiene que preocuparse por pagar salarios justos que permitan el florecimiento del mercado porque ello llega como lotería inmerecida a través de las remesas.

Si no queremos ser fariseos e hipócritas al hablar de migración, entre otras tantas cosas, hagamos lo que debemos hacer para atajar ese fenómeno social dando a nuestras gentes la oportunidad de realizarse dignamente en su propia tierra. Atarlos a su realidad sólo para quedar bien con Trump es inhumano y cruel y es de esas cosas por las que algún día habrá que rendir cuentas ante la justicia divina. Detengamos a los migrantes ofreciéndoles todo aquello cuya carencia les hace emprender el viaje al Norte.

Redacción La Hora

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