La reciente visita del asesor presidencial de la Casa Blanca para explicar el acuerdo migratorio que el presidente Trump llamó de Tercer País Seguro, pero que el Gobierno de Guatemala denomina de otra manera, deja abiertas las dudas respecto a lo que realmente se pactó y cuáles puedan ser los beneficios para nuestro país luego de un arreglo que no puede llamarse negociación porque simplemente fue ponerse a las órdenes del jefe, quien dictó sus instrucciones y vigiló parado atrás del Ministro guatemalteco para certificar que firmara. El mismo asesor aceptó que el llamado a informar de los detalles del Acuerdo es el Gobierno de Guatemala, cosa que se ha pedido con insistencia pero con la negativa por respuesta.
El Gobierno del presidente Morales está actuando como si Jimmy Morales fuera dueño del país, con facultades para disponer lo que le venga en gana respecto al futuro. Está hipotecando a la Patria y ya sabemos que es para negociar su impunidad, por lo cual no hay el menor deseo ni intención de ser transparentes para explicar a la ciudadanía lo que se ha negociado, los compromisos que asume el país y si alguna ventaja, más allá de las posibles 24 mil visas para trabajadores agrícolas, recibirá Guatemala a cambio de ponerse de alfombra.
Hoy se publica que el Presidente de Panamá, antes de recibir al Secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, dijo que su país rechaza la idea de que pueda ser declarado Tercer País Seguro, luego que el Washington Post informara del plan norteamericano para lograrlo a fin de contener a los migrantes sudamericanos, africanos y asiáticos que desde Panamá emprenden su travesía a Estados Unidos. “Está claro que no lo aceptamos y esperamos que quede claro para Estados Unidos”, fueron las palabras del gobernante panameño.
Hasta a Groenlandia Trump ofreció comprar el país, por una bagatela pero algo al fin de cuentas, y no lo hizo porque las autoridades de esa nación lo mandaron por un cuerno. En el caso de Guatemala no hay ni siquiera la bagatela porque simplemente Morales regaló el país para que sea un instrumento útil para la reelección de Trump pensando que con ello asegura su impunidad por la gallina en crema con loroco.
Pero olvida él y sus consejeros que Trump no es hombre de lealtades. Él sabe usar a la gente y la aprovecha para su beneficio y cuando ya no le sirven simplemente los olvida o, peor aún, los abandona a su suerte, como a Cohen, Flynn y Manafort.