Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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El domingo votaremos por el gobierno para los próximos cuatro años. Está por finalizar una campaña electoral que tuvo características muy diferentes a las ocurridas durante los más de treinta años transcurridos en esta época democrática.

En primer lugar, ella fue una práctica de litigio jurídico, más que de debate político. Los temas mediáticos y las disputas siempre fueron alrededor de las limitaciones que tendrían los y las candidatas para poder participar. No eran discusiones programáticas, ni confrontaciones ideológicas. Las cortes resultaron jugando el papel predominante, por encima de los partidos.

Esta lamentable realidad, la judicialización de la política, también introdujo un alto grado de incertidumbre. Pocas semanas antes de la primera vuelta las opciones que ocupaban el segundo y tercer lugar fueron excluidas por decisiones jurisdiccionales.

En relación a los participantes en la contienda, las izquierdas y las derechas lo hicieron de manera dispersa. La papeleta era un cartón de lotería. Estoy seguro que más del 99% de los ciudadanos desconocían los nombres de todos (as) las y los candidatos, yo entre ellos.

La reducción de la campaña a tres meses también fue importante. Se criticó que con ello se favorecía a los candidatos más conocidos, pero en perspectiva reducir el tiempo de campaña es positivo. Los partidos deberían tener una presencia permanente y no sólo en la coyuntura electoral.

Los gastos de campaña fueron mucho menores, según se colige de la significativa diferencia en la presencia mediática de los candidatos. No hubo “cancioncitas” pegajosas como en otras ocasiones, ni estribillos “cansones” que se te adhieren fastidiosamente en el pensamiento.

El Tribunal Supremo Electoral tuvo que hacer un gran esfuerzo para responder a las reformas a la ley electoral y, sin duda, no estuvo a la altura de las exigencias, aumentando así la incertidumbre ciudadana.

Las derechas más recalcitrantes que no fueron favorecidas por el resultado electoral levantaron la bandera del “fraude”, en vanos esfuerzos por crear condiciones que permitieran alterar el calendario de sucesión presidencial.

Y lo que fue la gran sorpresa de la primera vuelta, el cuarto lugar que ocupó el MLP y su candidata Thelma Cabrera, ha puesto en alerta al pensamiento conservador, por lo menos aquél que tiene la capacidad de reflexionar sobre la bomba de tiempo que el sistema ha construido, al mantener las condiciones de pobreza, hambre y exclusión tan generalizadas, en un marco de grosera desigualdad.

La segunda vuelta será en cuatro días, donde debemos escoger entre quienes ocuparon los dos primeros lugares en la primera. Estamos frente a una candidata que con pragmatismo ha “madurado” políticamente, al punto que puede haber podrido el sustento ideológico social demócrata que solía inspirarla. Y también estamos frente a otra opción abiertamente de derecha, rodeada de actores oscuros y con altas muestras de continuidad del desastroso gobierno de Jimmy Morales. Ya en la noche del domingo tendremos que reflexionar sobre el nuevo panorama.

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